Rafael Salomón
Comunicador católico

“Ahí estaba Dios”


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Las vemos vendiendo sus cuerpos, nos siguen sorprendiendo en alguna esquina y hoy quise adentrarme, tan sólo un poco, en ese mundo de apariencias: La prostitución.



La ilusión, la belleza, la juventud han quedado atrás, sólo recuerdos de un pasado que nunca fue bueno, ni bello, donde los engaños y las promesas son constantes en este mundo llamado prostitución. Dejé de querer ser la princesa que un día soñé y ahora sólo queda un pequeño recuerdo, que escondo con carmín en mis labios. Ni siquiera sé cómo fue que llegué hasta este lugar, donde con mentiras y promesas me dejé envolver y ahora estoy atrapada, sin salida y sin esperanzas.

Hay momentos que me siento sola con mis errores, sola con mis decisiones y en ocasiones pienso que nadie se podría enamorar de mí por lo que soy, que no me deseen por mi cuerpo o por mi cara, sino que vean más allá de mi apariencia.

He pensado algunas veces que, eso que llaman amor se me ha negado, sólo lo que conozco es el deseo, esas miradas que al principio elevaban mi ego y me sentía deseada y codiciada, al inicio me gustó y mucho, pero al cabo del tiempo, terminó por volverse mi pesadilla.

sombra de mujer

No hay nada peor que ser observada como un objeto, la mente de quienes me ven es tan retorcida que basta mirar un poco sus ojos, para conocer qué es lo que les gustaría hacerme. Nadie sabe el miedo que siento cuando estoy sola con aquella persona que no tiene límites y que mi vida está en sus manos.

¿Si me acompañara una sola noche?

Lo que he aprendido es hablar con cariño, bajo el volumen de mi voz, susurro aparentando un amor inexistente y modulo con calma mis palabras para alejar esos pensamientos de quien paga. Hasta ahora me ha funcionado, pero el miedo siempre me alerta que, si algo se sale de control, puede ser mi fin. Vivir así, no es vivir. Estoy rota desde hace mucho tiempo, he dejado de ser feliz y me he convencido que nada puede cambiar.

Hace unos días oscurecía y comenzó a llover, fui a refugiarme debajo de un toldo y mientras todos corrían para no mojarse, poco a poco la calle se fue quedando vacía, casi en silencio, de pronto alcancé a escuchar las campanadas de una iglesia, parece que lloran, siempre lo he pensado así y por unos instantes me hicieron regresar a una etapa en mi vida cuando de niña escuchaba aquellos sonidos de campana que hacían volar mi imaginación, decían que ahí estaba Dios.

Sólo pensarlo me daba miedo, pero siempre me pareció tan misterioso saber que Dios estaba en ese lugar ¿por qué no sale de ahí y viene a nuestra vida? Era la pregunta que me hacía y que me sigo haciendo, necesitaría salir de ese lugar y caminar conmigo en estas calles peligrosas ¿qué pasaría si me acompañara una sola noche como la de hoy donde no hay clientes? A lo mejor me pondría a platicar o simplemente, me la pasaría reprochándole tantas veces que me ha abandonado.

No sé bien qué le diría, ni qué sentiría, pero solo es mi imaginación que desde niña me ha recordado que en ese lugar donde se tocan las campanas, ahí está su presencia. Se detiene un auto, baja el vidrio y me llama, vuelvo a ver esos ojos de un deseo enfermizo, ya sé de qué va y mientras pacto el precio, evalúo los riesgos y me decido, hay días malos y este, así que confío en mi instinto y subo al auto…

En México 60 de cada 100 mujeres que ejercen la prostitución en la capital, sufren violencia y no denuncian por miedo a ser agredidas o asesinadas” (Fuente: Ameco Press).