Los pasados 29 y 30 de marzo, el Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (DIVCSVA) congregó a unas sesiones de trabajo a diversas Conferencias de Religiosos de Europa (Austria, Bélgica, Francia, Alemania, Irlanda, Italia, Letonia, Luxemburgo, Holanda, Polonia, Portugal, Suiza, Reino Unido, Hungría), América (Estados Unidos) y Australia. Por España, además del presidente y el secretario general de la CONFER, asistieron la delegada de los Institutos Seculares y la directora de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada.
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La tarea tenía como objetivo compartir lo ya realizado en reuniones anteriores en diversos encuentros (por lenguas) de Europa y América, así como trabajar en un diálogo abierto entre todos, algunas ideas y propuestas para discernir –en grupos– lingüísticos- cuál debería ser el esfuerzo a hacer, tanto como conferencias como desde el Dicasterio.
A partir de las diversas intervenciones de los miembros del Dicasterio (aclaraciones de términos, necesidad de una formación fuerte en los nuevos miembros de los Institutos así como asegurar la formación continua, la colaboración con la Iglesia local o el servicio que pueden prestar las Conferencias de Religiosos), se dio origen a los primeros cambios de impresiones, donde iban saliendo las realidades concretas en que las Conferencias reflejan muchas de la actualidad de los Institutos que congregan.
Se subraya el tema de la criticidad, sabiendo que no solo se puede considerar cómo está una Institución religiosa a través de los números; es verdad que estos son importantes, pero no es el problema principal. El desafío para todos es responder de manera creíble: “¿Estamos testimoniando a Cristo de manera auténtica y creíble?” Lo importante es desarrollar el carisma en las situaciones en las que nos encontramos como Institutos hoy, y no tanto el asegurar a toda costa las obras que tenemos.
Tres prioridades
Por eso, aparen tres prioridades que hay que cuidar:
- “Destacar la belleza y la hondura de la vocación”.
- “Una formación teológica actual de los miembros de cada Instituto (y que se pueda compartir, incluso, entre institutos)”.
- “Dejar marchar, abandonar, formas caducas de vivir que hoy ya no dicen nada. Es un proceso de discernimiento y de decisión”.
Y en este empeño, no cabe duda de que la colaboración con los laicos, desde el punto de vista más profundo, puede enriquecer el carisma cuando se comparte, además, la espiritualidad, la vida y, no tanto, cómo pueden ayudarnos a llevar las obras que tenemos, aunque también. Nos damos cuenta de que caminamos en una mayor reciprocidad, aunque es necesario seguir insistiendo en la formación para obtener garantías de futuro.
En una reunión como la actual es evidente que descubrir el papel de las conferencias es importante, desde el punto de vista de cómo ayudar a los Institutos con más dificultades. En el diálogo en gran grupo, aparecen algunas prioridades, surgidas de las reuniones anteriores por conferencias que se han ido celebrando y que en esta reunión se han concretado un poco más:
- Formación conjunta para compartir recursos.
- Fomentar el intercambio y a intercongregacionalidad.
- Acompañamiento que facilite vivir el propio carisma a los Institutos.
- Facilitar la colaboración con las Diócesis.
- Solidaridad entre varios institutos.
- Relaciones de ayuda y de compartir reflexión y/o recursos entre varias conferencias.
Es verdad que las propias congregaciones más debilitadas reclaman ayudas en varios órdenes: jurídico, administrativo, liderazgo, recursos, etc. Se hace necesario que las propias conferencias de religiosos estudien el tema en función de las posibilidades que tienen; aunque sabemos que no se podrán resolver todos los problemas, pero sí estar abiertos a facilitar la vida en los temas anteriores y servir de catalizadores entre congregaciones para posibilitar la ayuda entre unas y otras.
A medida que iba avanzando la reflexión, se iban decantando temas que tienen que ver con estos cuatro:
- Cómo ir integrando la dimensión contingente de un Instituto en una realidad histórica. “Ars moriendi”. Es decir: “Identificar los límites del propio Instituto; establecer cartografía de los Institutos en situación crítica (criticidad); qué criterios a valorar para acoger a los miembros de un Instituto que está en una situación crítica por parte de otro Instituto y, por último, actualizar la formación: dejar ir aquello que ya hoy no vale”.
- Carisma e innovación. Es decir: “Distinguir dos comprensiones del carisma: carisma ligado a obras y carisma, como don de un Instituto que no se puede apropiar (es un don para la Iglesia); profundizar hasta qué punto un carisma puede ser transmitido y compartido; vivir el carisma de manera renovada según los signos de los tiempos (llamada a la innovación)”.
- Colaboración con laicos. Es decir: “Reforzar la colaboración con ellos como un enriquecimiento y una necesidad; formación para esta colaboración (elaborar programas que la faciliten y sostenerlos en el tiempo); constituir equipos multidisciplinares de acompañamiento de Institutos en situaciones críticas; tener muy claro que hay diferentes tipos de colaboración laicos y religiosos:
- Laicos que trabajan en las obras, desde una colaboración más funcional
- Laicos que viven la espiritualidad y comparten carisma, trabajo y vida.
- Laicos que ayudan a la vida del Instituto, desde el punto de vista de la gobernanza del mismo”.
- Las conferencias en una red de partenariado: trabajar en red. Es decir:
- Fomentar el diálogo de las conferencias con: el Dicasterio, la conferencia episcopal y la Iglesia local.
- Posibilitar que las conferencias puedan actuar, en la medida de lo posible, como centros de recursos que: oferten pistas de solución a los problemas de los Institutos más vulnerables.
- Ayuda mutua entre conferencias que sufren una escasez de medios y solicitan esa prestación.
Ha sido un encuentro rico en participación y en diálogo. La realidad de las conferencias es muy distinta, pues abarcan situaciones locales de los propios Institutos que, en algunos casos, están demasiado debilitados. Es verdad que hay un trabajo a hacer de las propias congregaciones (el primero, darse cuenta de sus límites, ver sus posibilidades, estudiar de cara a un futuro próximo su devenir contando con los medios que tienen y, en última instancia, practicar el “ars moriendi” sin ningún tipo de complejos).
La Vida Religiosa no es eterna, las congregaciones tienen fecha de caducidad. En este sentido, es bueno no dilatar las soluciones y los planes a emplear, pues el tiempo juega en contra. Pero tampoco pasarse tanto tiempo diseñando que, al final, se nos hayan ido de las manos las propuestas para actuar. Queda ahora seguir trabajando entre todos (Dicasterio, conferencias, congregaciones) y posibilitar un diálogo mayor de cara a buscar las mejores soluciones que se necesiten a cada momento.