“Si la palabra ‘universidad’ deriva de ‘universe’, es decir, del ‘conjunto de todas las cosas’, el adjetivo ‘católica’ la refuerzos y la inspira. Católico, en efecto, significa ‘a partir del todo’. Y aquí es como una referencia a la armonía. Tu interés contribuirá a formar mentes católicas capaces de observar no solo el objeto de tu interés, porque una mirada extremadamente precisa y enfocada puede ser girada, fija y exclusiva. Tiene la precisión de un radar, pero perfora el panorama”. Así lo ha expresado el papa Francisco a los participantes en la conferencia promovida por la Organización de Universidades Católicas de Latinoamérica y el Caribe (ODUCAL) con motivo del 70 aniversario de su fundación, a quienes ha recibido hoy en el Vaticano.
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“En efecto, ser católico significa tener una vista panorámica del misterio de Cristo y del mundo, del misterio del hombre y de la mujer”, ha continuado el Papa, aseverando que “necesitamos mentes, corazones, manos a la altura del panorama de la realidad, no de la estrechez de las ideologías”.
Corazón y mente misioneros
Asimismo, ha señalado que esa acepción, la de ser “católicos”, puede “contribuir decisivamente a la curación de tan dolorosas heridas que hoy abrimos a nuestra querida América Latina, de donde los ricos se vuelven cada vez mas ricos, los pobres cada vez mas pobres”.
Además, el Papa ha señalado que “es maravilloso que las universidades tengan misiones”. “Una universidad católica debe ser misionera, se decide, con las puertas abiertas, dado que la misión es la inspiración, el impulso, el esfuerzo y el premio de toda la Iglesia”, ha afirmado Francisco, apuntando que “quizá la misión de la universidad es la de formar poetas sociales, hombres y mujeres que, aprendiendo bien la gramática y el vocabulario de la humanidad, mantengan la chispa, mantengan el destello que les permita imaginar lo inédito”.
Por otro lado, ha subrayado la importancia de que los investigadores de la universidad mantengan “su corazón y su mente misioneros”. “El misionero sale de la patria de sus convicciones y de sus costumbres, yendo hacia lugares inexplorados. Conoce el Evangelio, pero no sabe qué frutos dará en esta tierra extranjera”. Es precisamente, tal como ha señalado el Papa, “la tensión entre saber y no saber lo que lo impulsa y lo protege de la presunción de conocerlo completamente”. Por eso, “el misionero ama la reciprocidad: enseña y aprende, convencido de que todos tienen algo que enseñar. Así el investigador, si no está dispuesto a salir y a aprender, renunciará a quién sabe qué maravilloso saber, mutilando su misma inteligencia”.