Días atrás, la Iglesia y la sociedad bolivianas se estremecían al conocerse que la Procuraduría General del Estado iniciaba una investigación contra el misionero jesuita español Alfonso Pedrajas Moreno, fallecido en 2009 y quien era conocido como el padre Pica. Todo tras dar a conocer el diario El País que el religioso, que pasó casi cinco décadas en el país andino y que también estuvo destinado en Perú, había abusado sexualmente de al menos 85 menores; buena parte de ellos, en el Colegio Juan XXIII, en Cochabamba. Una larga serie de crímenes de la que, para mayor consternación, él mismo había dejado constancia en un diario personal.
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De hecho, el caso ha trascendido porque dicha bitácora llegó por casualidad en 2021 a manos de un sobrino del misionero, que ha sido el que ha querido dar a conocer los hechos a la vez que ha denunciado “el silencio de la Iglesia”, teniendo constancia de que esta “conocía estos abusos desde hace décadas”. Hasta el punto de que él mismo ha denunciado que, tras comunicárselo a sus responsables jesuitas, posteriormente se lo entregó a la Fiscalía española, que desestimó el caso por haber prescrito.
Vergüenza y pesar
La propia Compañía de Jesús en Bolivia emitió un comunicado en el que confirmó que, tras iniciar en agosto de 2022 una investigación interna, semanas atrás comprobó “la verosimilitud” de la denuncia por pederastia. Además, los jesuitas reconocieron su “vergüenza” y manifestaron “nuestro profundo pesar por el daño ocasionado a las víctimas”.
Más allá de la nota, la congregación quiso actuar con contundencia y anunció que ocho superiores jesuitas que habían coincidido con el padre Pica y que habrían tenido conocimiento de sus abusos, sin tomar cartas en el asunto, han sido suspendidos mientras se completa la investigación que dirima las definitivas consecuencias.
Protección del provincial
Con todo, la convulsión no ha hecho sino aumentar en las últimas horas cuando otra información de El País ha señalado a otros dos misioneros jesuitas españoles, compañeros de Pedrajas, que también serían culpables de cometer abusos contra menores.
Se trata de Antonio Gausset Capdevilla y Luis Tó, quienes, además de haber agredido a “decenas” de menores, también habrían aprovechado su prestigio en la orden para, junto al padre Pica, infringir el mismo delito contra novicios jesuitas. Así lo ha denunciado al rotativo madrileño Pedro Lima, quien acabó abandonando la Compañía tras, 20 años atrás, denunciar los crímenes de los tres misioneros ante el entonces provincial en Bolivia, el español Ramón Alaix, que se habría negado en redondo si quiera a iniciar una investigación.