En un mundo de algoritmos, aplicaciones, pantallas y tecnologías, a grandes y chicos se nos ha ido anestesiando (en el mejor de los casos) o extinguiendo la conexión con la pasión. Los grandes ideales se han reemplazado por metas a corto plazo; los sueños de vida, por proyectos medibles; los valores fundamentales se han ido licuando en beneficios individuales; los amores eternos se han ido haciendo caducos y temporales, y las arterias que nos hacían sentir vivos se han ido enfriando.
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La convicción de dar la vida por una creencia hoy parece una locura obsoleta. La pasión de jugársela por un ideal está en boca de los ingenuos. La fidelidad a un valor es criticado por rígido, y así se va desdibujando el norte que nos puede ayudar a ordenarnos y que le da sentido a la vida.
Los primeros pasos para despertar
Por más que parezca anacrónico y poco útil, hoy los quiero invitar a conectarnos con nuestros gustos y aquellas cosas que nos encanta hacer, ya sea como hobbies o como parte de nuestro trabajo, que nos enciendan y nos llenen de vida y motivación interna. ¿Recuerdan cuánto tiempo le dedicaron a estas “pasiones”? ¿Recuerdan cuánto les gustaba realizar estas actividades, a pesar de que les salieran mal? ¿Recuerdan cuándo comenzó el gusto por esto y quiénes los incentivaron?
Antes, en Chile, había un programa de televisión que se llamaba “Apasionados” y consistía en chilenos comunes y corrientes, pero que tenían en común tener una pasión que los movía en la vida. Unos eran apasionados por la música, otros por el arte, la naturaleza, los animales, o bien por ayudar, por ser solidarios, por llevar a cabo proyectos sociales…
Un propósito en la vida
Esta pasión podía ser independiente de sus trabajos, pero le dedicaban un tiempo especial que lo disfrutaban enormemente porque les daba propósito en su vida. Los ordenaba en sus prioridades, en su discernimiento y decisiones y, además, permitía inspirar a otros.
Hoy no podemos dar por obvio tener una pasión; sino que debemos hacer consciente qué es lo que nos mueve, promoverlo y buscar los medios para que este fuego crezca. Lo importante es tener una pasión o gusto especial que nos haga vibrar y tenemos el deber, como hermanos en la fe, de que los demás también puedan ir reconociendo y desarrollando sus propias “pasiones” gracias a nosotros. Un fuego que enciende otro fuego, como decía el santo chileno Alberto Hurtado.
Atrapados por la pantalla
Urge que los podamos rescatar de las redes sociales, de las pantallas y de todo aquello que nos tiene a muchos como muertos en vida, sin saber quiénes somos ni a dónde vamos. El mundo tecnológico y automatizado de hoy atenta contra la posibilidad de descubrir que dentro de nosotros mismos están las habilidades para una preciosa hoguera de amor y transformarlas en una pasión que perfeccione el mundo con su luz y calor.
El aburrimiento es un mal de este tiempo. La anestesia actual que muchos sufren, viviendo una vida en piloto automático, produce fácilmente un sin sentido y aburrimiento existencial, por la incapacidad para mantener un profundo interés en actividades que requieren habilidad y perseverancia. Grandes y chicos están teniendo dificultades en conocer y desarrollar intereses más allá de lo que la moda inculca, porque a la primera frustración o exigencia abandonan y vuelven a “picotear” algo nuevo.
Un fuuego a encender
¿Qué fortaleza podemos esperar entonces en su carácter para asumir ideales, principios, proyectos, sueños y amores a largo plazo, más hondos y complejos? ¿De qué fuente de pasión podríamos sacar fuego para encender una vida y una nación? Sin embargo, todos detestan el aburrimiento, pero muchos buscan salidas equivocadas con más actividades, distracciones o adrenalinas, que nada tienen que ver con la verdadera pasión y convicción vital que queremos rescatar.
Todo ser humano anhela sentirse vivo, pero hoy debe ejercitar sus arterias y venas para que la “sangre” bombee por ellas con fuerza. La profunda y genuina pasión que nos dignifica y hace plenos no es solo pasarlo bien un rato, sino que tiene que ver con quién somos, nuestra identidad y vocación. Podemos reconocer las primeras brasas de una pasión en nosotros o en otros si:
- Vivenciamos plenitud desarrollando esta actividad.
- La pasión/convicción e interés calza muy bien con la forma de ser y las aptitudes naturales de la persona.
- Podemos tolerar bien la frustración y la desilusión, sin desanimarnos y sin dejar de lado la actividad.
- Comenzamos a identificarnos con la actividad o idea, sintiéndonos en “casa”.
No dejemos de buscar el fuego que nos rescatará como personas y como humanidad: la pasión por la vida no es otra cosa que Dios mismo, que viaja de incógnito en el corazón de cada cual y busca su manifestación.