Beatriz Charria: confiar en Dios desde las lomas de Cazucá

Beatriz Charria, dominica de la Presentación

Bogotana. Tiene una gemela. Ambas son religiosas. Su hermana se fue primero al convento “volada de la casa”, luego ella se le unió “el día que cumplí los 18 años”. Así comenzó a germinar el compromiso por los pobres de Beatriz Charria, una dominica de la Presentación que lleva inserta más de 20 años en Altos de Cazucá, al sur de Bogotá.



En su historia hay un parteaguas entre los 28 años de docencia universitaria y su experiencia misionera que comenzó en 1997 en el barrio San Mateo, de Soacha, junto con cuatro de sus hermanas. “Curiosamente en ese tiempo de docencia, pude combinar ambas labores, pues llevaba a mis estudiantes a Cazucá. Fue brindarles una mirada social”.

Su corazón se fue insertando poco a poco en el Arroyo, una de las zonas con mayor índice de pobreza, donde “comen una sola vez al día”. Allí fue sembrando esperanza: una escuela, un jardín infantil, un comedor de ancianos, experiencias culturales y emprendimientos que incluyeron la construcción de una capilla.

‘Corazones de Cazucá’

Su mayor preocupación: las mujeres. Las organizó y empoderó para crear con ellas la fábrica de galletas ‘Corazones de Cazucá’, hasta llegar a convenios con Compensar, una empresa que ofrece bienestar integral a sus afiliados, que ahora distribuye sus productos en todas las escuelas primarias de Bogotá. “No vendemos galletas, vendemos responsabilidad social”, aclara. Ella sabe que desde la fe no hay imposibles, por ende, la presencia encarnada y los signos de vida son un aliciente que la conmueve hasta las lágrimas de saberse otra entre los más humildes. Su opción por los pobres la ha llevado a afirmar: “Ya no toco puertas, solo confío en Dios”.

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