Tribuna

A propósito del ‘Manifiesto contra las prisas’ de González Faus

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Pensé en dirigirme a González Faus, mi querido jesuita coetáneo y comentarle su maravilloso Pliego publicado en Vida Nueva. Pero luego, he pensado en mis lectores y –como también le llegará a él, que le supongo lector de esta revista-, lo hago públicamente. ¡Ah! Sin dejar de felicitar a la maquetadora de la revista por esos caracoles montados en distintos “vehículos”…



González Faus y yo tenemos, poco más o menos, la misma edad. Una edad que nos ha permitido vivir muchos y muy importantes acontecimientos en los dos últimos siglos, desde la tristemente célebre fecha del 1936. No sólo de España sino de la Iglesia a la que amamos y con la que hemos crecido, sufrido y luchado hasta el momento actual. Hemos conocido varios papados y hemos ido adaptando nuestra visión desde llamar al Pontífice “Santo Padre” hasta “Obispo de Roma”, como nos gusta hacerlo actualmente.

Preparar a la Iglesia

En varias ocasiones, cuando me han entrevistado en los medios públicos, no ha faltado la pregunta consabida: “¿Crees que el Papa Francisco ha hecho cambios significativos o es demasiado lento y no propicia un cambio radical…?”. Mi respuesta ha sido siempre la que me dicta la experiencia: “Si quisiera cambiarlo todo con ‘un golpe de estado’, el Papa que le sucediera -tal vez de signo contrario-, por reacción, podía dar otro en el sentido opuesto…’. Él, como buen jesuita, se dedica a cambiar mentalidades y a preparar a la Iglesia para un cambio auténtico, desde la raíz del profetismo.

Mi experiencia me habla de ciertos cambios que se hicieron en otros momentos –en mi congregación y en muchas otras- que dieron más importancia a algunos elementos estructurales que a la raíz transformadora.  Transformación que hoy la están definiendo muy bien tanto González Faus como Castillo –octogenario uno, Y nonagenario el otro, pero ambos, como yo, modelados por el Concilio Vaticano II- como un paso de la “Religión” al “Evangelio”.

Los ‘divinos impacientes’

Y por ahí van los tiros de nuestro querido Papa Francisco. Por eso me encantan los argumentos que maneja González Faus sobre los grupos de “divinos impacientes” que les parece que va demasiado despacio en sus reformas. ¡Cómo te entiendo, amigo, cuando hablas de ese tema! Mira, cuando tengo ocasión de hablar a los jóvenes –un estilo de jóvenes alejados de la Iglesia, pero no de la bondad, la misericordia, de la entrega a buenas causas- y que te dicen que no “practican” porque no van a Misa los domingos o porque viven con la pareja sin haberse casado, yo siempre les hablo directamente de Jesús, la Buena Noticia y el Evangelio y les digo que ha sido una pena que se le diera más importancia a la Religión –la que sea- que a Dios, que está por encima de todas ellas.

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Francisco, durante la eucaristía de la fiesta de Pentecostés en la basílica de San Pedro. EFE/EPA/ANGELO CARCONI

Las religiones con sus normativas, muy buenas y que han ayudado a muchísima gente, son una ayuda, pero  pueden llegar a ser un obstáculo –a mi entender que ni soy teóloga ni moralista, sino simple creyente enamorada de Jesús y del Cristo Resucitado- mientras que la adhesión incondicional a Jesús, puede cambiar la vida y llevar a conductas que no han sido impuestas por “normas” o leyes, sino que han nacido como una necesidad del amor.

Banquete festivo

Y les aseguro que la Eucaristía que vivo cada domingo, no la percibo como el cumplimiento de un mandato, sino como una necesidad, y en la que gozo participando con una comunidad variadísima de creyentes que no somos espectadores de lo que allá arriba, en el presbiterio, hacen unos curas, sino participantes de un banquete festivo y conmemorativo alrededor de una simple y sencilla mesa de convite.

Interesantísimo también lo que nos dice González Faus de la colegialidad. Y a veces tengo la sensación de que la mayoría de los “creyentes” no le están dando a la Sínodo -tan participado como nunca lo había sido por expreso empeño del Papa Francisco- la importancia que tiene. No sólo como reforma estructural, sino volviendo a las raíces de las Comunidades cristianas de primera hora en las que me gustaría sentirme.

Sobre el ministerio

Seguramente por el papel que la mujer tenía en les distintas “iglesias” que, -tal vez por ser domésticas-  dejaban un lugar más claro a nuestro papel característico… Sí, en este punto no acabo de asimilar ese obstáculo famoso del “ministerio” que sólo es para los hombres. Como ya no me queda mucho tiempo, que luchen por “entenderlo”, o por “romperlo” las que me sigan.

También me ha impresionado el comentario a una famosa frase de Congar: “Cuando la Iglesia olvida algo del Evangelio, Dios hace que eso surja fuera de la Iglesia”. Y pienso en lo bien que me he encontrado desde hace unos años con la pastora de la Iglesia protestante de la calle Tallers, con la que he intercambiado homilías: ella en nuestra parroquia, yo en la suya. Y nos hemos entendido perfectamente en el campo que nos une: Jesús y el Evangelio, la buena noticia.

Los preferidos de Jesús

Y qué bueno ese casi final del Pliego, cuando, aceptando las distintas mentalidades dentro de la unidad de la Iglesia, asumimos el dolor que en ocasiones hemos tenido que sufrir… por ejemplo, cuando se nos tacha de “comunistas” por defender de una manera especial a los preferidos de Jesús, cuando  denunciamos y luchamos contra la injusticia institucional.

González Faus, nos invita a recordar la “letrilla” de Santa Teresa:

“Nada te turbe, nada te espante,

Todo se pasa,

Dios no se muda,

la paciencia todo lo alcanza,

solo Dios basta”.