El domingo terminó un tiempo de elecciones, donde los medios de comunicación y redes sociales han estado inundados de información sobre las diferentes formaciones y candidatos que concurrían a Ayuntamientos y Gobiernos regionales. Antes del 28M, el miércoles previo a las elecciones, pude compartir con unos amigos qué es lo que esperaban de los candidatos una vez que resultaran elegidos e iniciaran sus responsabilidades, independientemente del cargo y lugar que ocupasen en su Administración.
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Consenso y altura de miras… Quizás estos dos caracteres son los que más reclama la sociedad. Y, aunque la sana discrepancia es necesaria y vital en los terrenos democráticos, no se debe traspasar la línea de la polarización, el extremismo y el enfrentamiento constante vacío de propuestas de cambio. Ya Pablo, cuando fundó la Iglesia, exhortó a Evodia y Síntique a dejar de lado sus disputas para que tuvieran “un mismo sentir”, puesto que ya “trabajaron juntamente conmigo”.
Una sociedad atemorizada
Es decir, que, en política, como en Filipenses, se debe dejar al margen cualquier tipo división que nos aleje del camino que debemos andar juntos. El problema es cuando los caminos se vuelven diferentes para unos y otros y hay quienes tratan de dirigir su comunidad desde el autoritarismo, la imposición de acciones y siembran el miedo en busca de una sociedad atemorizada por el posible castigo o mansamente servil a la espera de prebendas según su comportamiento con el poderoso.
También salió la llamada a hacer el bien. “No te niegues a hacer el bien a quien es debido, cuando tuvieres poder para hacerlo” (Proverbios 3:27). De esa conversación que mantuve, este fue el otro gran reto y esperanza que depositaban estos amigos en sus siguientes gobernantes. El poder para hacerlo, ahora, seguro que muchos lo tienen; la incógnita está en saber qué es eso de “hacer el bien a quien es debido”. Quizá complicamos en exceso un mandato que es concreto y preciso…
Participación y cercanía
La última conclusión a la que llegamos en esa tarde de miércoles fue la demanda de líderes que tengan en cuenta las propuestas de la sociedad y sean cercanos en su mandato, y no solo en períodos electorales. ¿Por qué? En Corintios, Pablo también se pregunta: “¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación”.
No hay nada mejor que un pueblo vivo y con propósito de mejora, donde cada uno aporte los dones que tenga en pro de una sociedad más justa y concienciada con los problemas reales. Por ello, una vez pasadas las elecciones, pero viendo cómo se acercan en menos de dos meses unos comicios generales, oremos para que todos busquemos el acuerdo de voluntades entre los miembros de la comunidad, donde las discrepancias divisorias por imposiciones y soberbias queden relegadas a un segundo plano para apostar por el cuidado, la cercanía y la participación política de todas las sensibilidades, y que allí donde nos ponga el Señor porque seamos más útiles, sepamos buscar y hacer el bien.