Vuelvo de Marrakech en este domingo de la Santísima Trinidad y me pongo a teclear estas líneas impelido por la emoción de la experiencia vivida. He presidido una ceremonia fúnebre interreligiosa antes de que el féretro que contiene el cuerpo de Philippe Pozzo di Borgo, tetrapléjico durante 30 años, sea enviado a la isla de Córcega; allí será enterrado entre los suyos y en la tierra de sus ancestros.
- PODCAST: La polarización en la Iglesia
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
El lector recordará quizás la película ‘Intocable’, inspirada en el libro autobiográfico publicado por Philippe; un accidente de parapente le dejó paralítico, con movimiento solo de la cabeza, a los 42 años. El filme fue visto por 19 millones de personas solo en Francia, pero eso es lo de menos. Lo de más es que, gracias al filme, el testimonio de vida de Philippe ha podido ser conocido en el mundo entero, para edificación e interpelación de todos.
Empresario exitoso, pasó a vivir en total estado de dependencia, trasladándose lógicamente en silla de ruedas. Así le conocí yo hace cuatro años en la misa de la Asunción de Esauira, ciudad de Marruecos donde ha pasado los últimos años de su segunda vida, alternando con Marrakech.
Segunda vida, o mejor, segundo aliento de vida: caído en depresión a causa de su nueva situación, Philippe supo y pudo levantarse, no física sino espiritualmente, darse una nueva oportunidad y encontrar un nuevo sentido a su existencia.
‘Aliviar, pero no matar’
Trabajó intensamente en favor de las personas afectadas por diferentes discapacidades. Fue presidente de la Asociación Simón de Cirene, que organiza casas compartidas por personas que se valen por sí mismas y discapacitadas. Apadrinó el colectivo ‘Aliviar, pero no matar’, que propone la dignidad de toda vida humana y la obligación ética de ofrecer cuidados paliativos para el sufrimiento, de tal manera que la muerte sea digna y natural, y no provocada por un suicidio o un homicidio.
“Philippe sobrellevaba su estado con elegancia, delicadeza humana e inteligencia. Puso al servicio de los discapacitados su amor a la vida y su generosidad, a veces en detrimento de su salud, con una pasión y una energía que movía montañas. Philippe está finalmente libre de la camisa de fuerza de dolor que le martirizaba”, testimonió su hermano mayor durante la ceremonia.
Nos dejó el 1 de junio a los 72 años. Cada domingo, un familiar le llevaba el Cuerpo de Cristo. Ahora esa comunión ha sido consumada y llevada a plenitud.