Aunque el italiano se consolida cada vez más como el idioma eclesiástico -a los obispos que no estudiaron en Roma se les sugiere aprender la lengua de Dante Alighieri-, todavía quedan muchos aforismos latinos que explican la teología católica. Dos de ellos son ‘ex opere operato’ y ‘ex opere operantis’.
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El primero, ‘por obra de lo obrado’ o, como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), número 1128: “por el hecho mismo de que la acción es realizada”, indica el carácter objetivo de los sacramentos: independientemente de las cualidades morales de quien los administra o recibe, estos son válidos.
El segundo, ‘por la acción de quien actúa’, enfatiza el elemento subjetivo del proceso: las disposiciones interiores de quien recibe el sacramento, para evitar que éste se convierta en un simple acto de magia. A mejores intenciones, mayores frutos.
Un penitente que, por ejemplo, es absuelto de sus faltas por un sacerdote que no está en gracia, es decir, que tiene un pecado mortal, no obstante esa situación del ministro, queda perdonado el feligrés. En el segundo caso: ¿qué pensar de una pareja que recibe el sacramento del matrimonio, gracias al intercambio de su consentimiento, pero que no valora la gracia sacramental?
Tal disquisición semántica, que podría parecer una cuestión más bien bizantina, ha dado pie hasta bromas: unos esposos se enteraron de que el presbítero que fue testigo de su unión dejó el ministerio. Con una sonrisa pícara el señor preguntó: ¿entonces ya no estamos casados?
Durante mucho tiempo los fieles, con un respeto que rayaba en la ceguera espiritual, acudían al ‘ex opere operato’ para justificar las deficiencias de los curas. Si éstos celebraban las misas con prisa, si no preparaban sus sermones, si eran enojones y groseros, no importaba, con tal de que consagraran para poder comulgar.
Hoy ya no es así. No pocos feligreses exigen de sus pastores capacidad y talento, energía y fortaleza, creatividad e innovación, sensibilidad y misericordia, casi perfección, pues, amén de una vida personal intachable y congruente.
El ‘ex opere operantis’ adquiere, entonces, una nueva dimensión: ya no se reduce a la disponibilidad del sujeto receptor de un sacramento, sino a la exigencia de calidad absoluta, y mejora continua, en los clérigos administradores de la gracia.
Me parece muy bien, y me da mucho gusto que este ministerio sea llamado a vivirse con excelencia, aún sin recibir compensaciones a cambio de ningún tipo.
Pro-vocación
Nueva desilusión para los enemigos -cada vez más, por cierto- de Francisco de Roma. Se ha recuperado de la intervención quirúrgica, otra, a la que fue sometido esta semana pasada. Pero no pierden la esperanza: llegará el día, y falta cada vez menos, en que renuncie o fallezca, y confían en que su sucesor dé marcha atrás a este proceso renovador que inició el Papa argentino, y que no logra consolidarse todavía. Veremos qué dice el Espíritu Santo.