Tribuna

El sagrado Corazón de Jesús

Compartir

Algún desprevenido puede suponer que el corazón es la representación simbólica del sentimiento y los afectos, y aunque en parte es así, viene a representar algo mucho más profundo y, si se quiere, definitivo. Las tradiciones espirituales, entre ellas el cristianismo, ha sido tomado como uno de los símbolos más patentes y claros de la idea de centro.



Centro del ser humano donde se produce de modo más íntimo la comunión con la divinidad. El símbolo de corazón para los egipcios representaba el músculo vital y también el sentimiento del amor. El corazón viene a representar un espacio en el cual el hombre recibe el soplo vital, al mismo tiempo que la luz de la inteligencia, o auténtica intuición intelectual que permite conocer de manera directa, simultánea y sin reflejos a la unidad en todas las cosas.

En gran medida, vienen estas palabras a significar el sentido del culto respecto a los sagrados corazones de Jesús y María, en especial, el culto al Sagrado Corazón de Jesús, cuyo mes estamos transitando. Los cristianos celebramos y dedicamos durante el mes de junio nuestras oraciones y propósitos al Sagrado Corazón de Jesús, pues nos recuerda y su contemplación nos reafirma en el núcleo vital de nuestra fe.

Valmore 1

El corazón, su corazón, cuyo latir fue semejante al latir de tu corazón y el mío, es núcleo de vida y fortaleza de nuestra fe y esperanza. Allí, en su palpitar sereno, radica toda su personalidad ofrecida amorosamente a la redención del mundo entero. Su corazón es unidad que traspasa todo significado físico y metafórico.

Corazón que late con latir distinto

Corazón que late con latir distinto, fuente que alimenta las posibilidades de la existencia: existencia que palpita imparable y que, por medio de nuestras oraciones, pretendemos proyectar a través de nuestros pasos por este mundo, pues es ese sonido de trueno sencillo el que nos manda a marchar en procesión hacia la reunión definitiva con Él y con todos. Corazón que es abismo que invita a abismarnos dentro de la casa que Él es.

Corazón de Jesús, centro de la vida verdadera, señorío único, donde toda razón queda sin razón alguna, mientras la verdad se nos acerca como si fuera nuestra prometida o como el amante hermoso que busca desposarse con nuestra alma.

El cristiano al contemplar contemplándose en el Corazón de Jesús comprende que se halla en presencia del centro más íntimo de la Persona encarnada de Jesucristo. En ese corazón atravesado por las espinas nos ubica frente a toda su dimensión intelectual, corporal y espiritual. Amor supremo. Supremo amor: la más alta experiencia en la historia de la salvación, puesto que, ese corazón traspasado por el dolor, representa la última palabra de Dios. La devoción mística al Corazón de Jesús observa su corazón físico unido firmemente con el Corazón que es Él mismo por entero: epifanía de su amor, de allí brota el devenir místico de su devoción.

La devoción al sagrado Corazón de Jesús

¿Cuándo se inicia esta devoción mística al Sagrado Corazón de Jesús? Nos tenemos que ubicar en el siglo XIII en un monasterio de Helfta en Alemania. Allí, una monja sencilla, humilde, pero con una profundidad espiritual e intelectual de admirar nos habla por primera vez de este signo de la Humanidad de Cristo. Me refiero a Santa Gertrudis Magna, cuyas experiencias místicas nos refieren al punto de partida de esta devoción.

Nos explica la Hna. Ana Laura Forastieri que ella contribuye con una imaginería particular y con una simbología a través de las cuales se traduce su relación con el Corazón de Cristo, que, sin llegar a constituir una tipología sistemática, serán reeditados por místicas posteriores a lo largo de la historia de esta devoción, cada una encarnándolas según su tiempo y su cultura propia.

Sin embargo, fue a través de las experiencias de Santa Margarita María de Alacoque que la devoción al Sagrado Corazón tuvo mayor difusión. Según cuenta esta mística francesa del siglo XVII, estas experiencias de Santa Margarita no fueron del todo comprendidas por su entorno, ya que, en muchos casos, causaron estupor y enconado rechazo por la naturaleza controvertida de las mismas.

Estas experiencias, en algunos casos, eran consideradas ofensas que lesionaban al sentido común, ante los señalamientos negativos, la mística afirmaba con seguridad admirable que si tuviera mil cuerpos, mil amores, mil vidas, las inmolaría feliz al sometimiento de Cristo. Que esa fe y esa entrega alimente la esperanza de unidad de su corazón con el nuestro. Paz y Bien.


Por Valmore Muñoz Arteaga. Profesor y escritor. Maracaibo – Venezuela