Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos les dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mc 8,34).
Una llamada para un camino sin engaño, con claridad y radicalidad. El discípulo está invitado a entrar en la lógica del maestro que no ha venido a ser servido sino a servir.
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“Creíamos que te habíamos entendido, que nosotros sabíamos de ti y de tu lenguaje de salvación y de servicio. Hoy hace más de cuarenta años, hablábamos de que tú habías elegido y cultivado lo pequeño, pero después llegó la cruz, la propia en nuestra contradicción personal hecha de incoherencias y seguridades solapadas, de protagonismos propios, de contrarios a nuestros proyectos en la misma misión, la cruz de una sociedad rota, de sueños no realizables en las propias comunidades, de pecados de la propia Iglesia. Nos costó entender que la salvación es tan gratuita que pasa por debilidades, inseguridades, dudas, hasta incoherencias y pecados… la cruz de la verdad y de nuestra debilidad, la grandeza de la pérdida y la entrega en el que todo lo puede, más allá de nosotros mismos, pero contando con cada uno en nuestro ser y hacer”.
Del entusiasmo al discipulado
La atracción de Jesús de Nazaret provoca entusiasmo y esperanza, por eso le siguen. Lo hacen por su modo de hablar y sus signos de curación y de misericordia. Lo buscan personas de todo tipo y condición, publicanos, fariseos, de lugares diversos, de Tiro y de Sidón. Movidos por el entusiasmo hay personas que se hacen discípulos suyos, como Nicodemo, Zaqueo, Samaritana. En el ambiente del pueblo hace la llamada en el mar de Galilea a sus discípulos. El entusiasmo no elimina la seriedad y radicalidad de la llamada. Él ayuda a discernir en verdad y en libertad el verdadero proceso de discipulado.
“Sí, Señor ahora somos más discípulos y tenemos menos bríos, nos sigue seduciendo tu palabra y la escuchamos con un poso y un peso que antes se nos escapaba. Creíamos que éramos maestros de tu palabra para los otros, ahora ya sabemos que sólo tú eres el maestro y que tu palabra se cumple en la vida y la realiza la gente sencilla. Nosotros lectores y testigos de esa palaba viva que eres tú que nos sobrepasa y nos atrae internamente y ahora muy calladamente. Ahora no queremos ser maestros, solo queremos ser aprendices y discípulos”.
Ir a Jerusalén con él
La propuesta es bien clara, invita a caminar con Él hacia Jerusalén, lugar de su destino, y hacerlo como Él, cargando con la cruz. Se trata de una relación de maestro y discípulo, Él va marcando el camino y el estilo, llama a ir tras de Él, en su memoria, con sus sentimientos, con su verdad, con su pobreza, con su libertad.
Escuchar su proyecto y sus anuncios de pasión
Seguirle pasa por un cambio de mentalidad, aceptando los anuncios de pasión y cruz que van a darse en respuesta al anuncio y ofrecimiento del Reino de Dios y su justicia. Los conflictos son lugares de verificación del seguimiento y de abandono en la voluntad y en la confianza del Padre. Jesús corrige e interpela cuando se intenta obviar y confundir la pasión y la cruz del reino, ya sea con el acomodo a la mentalidad de la gente, en el deseo de importancia entre los discípulos, o queriendo asegurar puestos en una visión de mesianismo pervertida.
“Si conociéramos el don de Dios y quién es el que nos pide que vayamos con él a Jerusalén. Si hubiéramos entendido tu lógica de entrega y don, de salvación por el dolor en favor de los hermanos para liberarlos del sufrimiento y la angustia. Pero cuánto te ha costado, aun te cuesta, abrirnos el entendimiento para entrar en la sabiduría de la pasión y de la cruz; de buscar realmente lo que está dolido y perdido, de generar comunidad desde la sabiduría de tu encarnación, tu vida oculta, su predicación del reino con tus palabras y tus signos”.
El dolor de lo contracultural y el esfuerzo a contracorriente
El verdadero discípulo ha de realizarse en la purificación de un vivir y pensar que es contracultural y a contracorriente, no será en lo fácil donde se descubra la verdad y la libertad del discípulo. Hasta enseñará el maestro a saber vivir los momentos de contradicción y sufrimiento por haber sido fieles a la verdad y al amor del evangelio, el rechazo del apóstol entre los suyos por serlo.
“Nos hablaban de contradicción, de dificultad, pero nos veíamos como líderes y presidentes. La cultura avanzó por sus propios caminos y nuestros pasos quedaron cambiados y atrapados. Nos sentimos fracasados en una lucha que no era nuestra, en una batalla que no era la del reino. No entendimos que estábamos llamados a vivir en la confianza y no en la seguridad, a caminar con los hermanos y no a guiarlos”.
Solo contigo y con el equipo apostólico podremos permanecer
La elaboración de esta carga de cruz en el camino del seguimiento necesita el alimento del amor de Cristo, del pan de la eucaristía y la actitud kenótica del Señor. Solo unidos a Él se puede vivir como Él. La referencia comunitaria y del equipo apostólico es necesaria para poder ir leyendo pascualmente, desde la fe, los acontecimientos de conflicto y tensión que puedan darse en el discipulado de Jesús.
“El camino no era de seguridad, solo lo era de confianza y de comunidad, nuestra salvación no está en nuestra fuerza, mucho menos en nuestra grandeza individual, no hay misiones sino misión, no hay francotiradores sino iglesia apostólica. Volver a Cristo y al sentido apostólico de la misión en el equipo es el reto de los que son llamados hoy a seguirle como discípulos”.
Pablo entendió su lenguaje de cruz
El apostólico paulino nos invita claramente a abrirnos a las señales propias de la cruz de Cristo en nuestras vidas, aquellas que son propiciadas en nosotros por pensar, sentir y actuar como Él, dejándonos conducir por su Espíritu. No hay mayor gloria en este camino que llevar sobre nuestro cuerpo las señales de Jesús, tener la sabiduría de Cristo crucificado.
“¡Ojalá se vaya realizando progresivamente en mí que no soy yo ya quien vive en mí, sino que es Cristo… y sentirlo hasta en sus señales de entrega radical y de dolor en favor de los hermanos!”.
Acercarnos más y más a Jesucristo
En la meta el discípulo solo hay objetivo claro que es estar con Él, vivir en Él, acercarse en un proceso que es inagotable de comunión con su persona, con su ser y hacer. Esto es labor de la vida, de cada día, no de momentos sueltos, aunque pase por ellos y los pueda marcar como señales en el camino.
Buscar la cercanía con Él es la clave para poder ser suyo y anunciar su evangelio con verdad, sin Él no podemos hacer nada.
“Ojalá que cuando estés a la puerta y llames yo te abra y vivamos juntos. Yo deseo estar contigo, ser contigo, sentir contigo… y ser para los otros lo que tú eres, lo que tu espíritu me dicte y me susurre. Quiero abrirme a tu presencia, que tú me encuentres cada día al buscarme y no esté yo cerrado en mí mismo”
La verdad de la crisis para la libertad
En el caminar también los más cercanos sufren la crisis y la tentación del abandono, forma parte del ser del discipulado que muestra su debilidad y desconcierto en la vorágine de la contradicción y de la soledad. Esos momentos de vulnerabilidad apostólica pueden ser los de verdadera consagración y renovación de la promesa de seguir a Jesús, no ya por nuestras fuerzas que flaquean, sino por la confianza y la fuerza que Él tiene amándonos a nosotros en toda tribulación y dificultad, en la mayor tormenta en medio del mar de la vida, cuando parece que va dormido en nuestra barca.
“Ahora ya si entiendo. Vengo loco de tensiones, de razonamientos gritados y ocultos, de disquisiciones inútiles, de luchas vacías, de palabras acabadas. Mi vulnerabilidad consolidada y aceptada es hoy la base de mi misión apostólica, tú me has elegido en la debilidad y ahí das tu fortaleza de un modo gratuito para los que se acercan. Ahora siento que cuando soy débil sin embargo tengo fuerzas para los que me buscan, y eso solo es posible porque tú me estás haciendo cada vez más libre para tus proyectos, y más cauto para los míos. Ahora soy yo quien quiero que mi voluntad coincida con la tuya y no al revés”.
Hasta la configuración plena
Vivir en la dinámica del conocimiento amoroso, de poder conocerle en el amor que Él me tiene, como Él me conoce en la mirada de salvación y libertad plena. Es la propuesta mayor y el mejor tesoro y premio que puede llenar totalmente nuestra vida: “…y conocerle a Él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos, hasta hacerme semejante a Él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de los muertos”. Tratar de alcanzarlo en mi proceso vital y en mi camino tras mi maestro, sabiendo que yo mismo he sido alcanzado ya por Jesucristo.
“Hoy te lo digo de corazón, que me siento en confianza contigo, y sé que no quedaré derrotado, aunque me pueda sentir vencido. Hoy te pido la pobreza, conocerte como siervo de Yahvé para poder entender la exaltación y la salvación que procede una compasión sin límites que llega a la perfección por la vía de la donación y la misericordia divina.