¿Hay árbol malo que pueda dar frutos buenos?


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El evangelio es tajante: “Todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos” (Mt 7,17-18).



Marko Rupnik

Sin embargo, hay casos que parecen desmentir las palabras evangélicas. Por ejemplo, el de Marko Rupnik, un jesuita acusado de abusos y expulsado de la Compañía de Jesús al que, sin embargo, nadie podrá negar el valor artístico de su obra. Entonces, ¿qué hacemos ahora con las muchas obras surgidas de sus manos? ¿Habrá que prescindir de los hermosísimos mosaicos que adornan multitud de capillas o estancias eclesiales en las que trabajó este hombre?

Solemos tener tendencia a identificar los grandes ideales y juntar lo bueno, lo bello y lo justo. Por tanto, nos cuesta entender que pueda haber personas importantes –artistas, científicos, pensadores…– y que, a la vez, no sean edificantes. Así, no se duda del genio artístico de Picasso, pero a la vez se sabe del trato más que mejorable –por decirlo suavemente– que dispensaba a las mujeres.

Rupnikcomillas

Quizá sea mejor ver las cosas de otra manera: el Señor sabe sacar el bien de lo malo (un refrán lo dice claramente: no hay mal que por bien no venga). De esta manera entiende la Escritura las calamidades por las que pasa José. “Cuando los hermanos de José vieron que había muerto su padre [Jacob], se dijeron: ‘A ver si José nos guarda rencor y quiere pagarnos todo el mal que le hicimos’. Y mandaron decir a José: ‘Antes de morir tu padre nos encargó: Esto diréis a José: Perdona a tus hermanos su crimen y su pecado y el mal que te hicieron. Por tanto, perdona el crimen de los siervos del Dios de tu padre’. José, al oírlo, se echó a llorar. Entonces vinieron sus hermanos, se postraron ante él y le dijeron: ‘Aquí nos tienes, somos tus siervos’. Pero José les respondió: ‘No temáis, ¿soy yo acaso Dios? Vosotros intentasteis hacerme mal, pero Dios intentaba hacer bien, para dar vida a un pueblo numeroso, como hoy somos” (Gn 50,16-20). En realidad, ya se lo había dicho a sus hermanos cuando se les dio a conocer: “Yo soy José, vuestro hermano, el que vendisteis a los egipcios. Pero ahora no os preocupéis ni os pese el haberme vendido aquí, pues para preservar la vida me envió Dios delante de vosotros” (Gn 45,4-6).

Obviamente, el dolor de las víctimas siempre será sagrado y merecerá nuestro respeto, pero hay que pensar que Dios sabe sacar cosas buenas de lo malo, o que escribe derecho con renglones torcidos.