La polarización ha ido convirtiendo las elecciones en una dinámica estresante, por la dura competición entre los grandes partidos. Nuestra cultura y sociedad política se han empobrecido. Hay miles de militantes en los grandes partidos que tienen el mérito de trabajar a diario en sus bases para crear una cultura política más saludable, pero no se proyecta suficientemente al escenario general.
No obstante, hay realidades que te devuelven la esperanza en que la política sea una actividad ciudadana que celebre y defienda la pluralidad, cuya ideología sea buscar la mejor solución a cada reto, que aumente la capacidad de discernimiento público, que trabaje a largo plazo y llegue a acuerdos intergeneracionales, que mire la realidad desde quienes sufren más o sea capaz de unir al país en proyectos comunes.
Por eso es interesante ver la actividad de los partidos que aún son pequeños, pero que hacen una política más genuina y sana. Entre los partidos minoritarios que han generado los ambientes cristianos, llama la atención ‘Por un Mundo más Justo’ (PUM+J), cuyo motor es la justicia social y que ha triplicado resultados.
Buscar los mejores caminos
Este y otros pequeños partidos son grandes porque hacen soñar que es posible crear un país en el que distintas posiciones conversemos y busquemos los mejores caminos. Parten de posiciones testimoniales, pero miles de ciudadanos se comprometen intensamente en ellos para dar esperanza, hay creación política, no destrucción; tienen libertad para idear propuestas innovadoras, saben que su extensión depende del trabajo profundo en el tejido social, se ilusionan en preparar pequeñas actividades de gran autenticidad por todo el país.
Enseñan a los partidos mayoritarios cuál es el camino para crear una mejor cultura política, no tan ideologizada ni maquinizada. Son pequeños grandes partidos que, tras cada convocatoria electoral, dejan el país mejor de como lo encontraron.