Esta es otra de las cuestiones importantes que tenemos que intentar incluir en la formación de nuestros alumnos. Como vamos a ver está íntimamente ligado con las dos características que he descrito con anterioridad porque derivan directamente de ellas. Un profesional ético es aquel que se centra en realizar bien su labor y en que esta se utilice para la construcción del bien común y no para sus propios intereses.
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Por ello, una realización ética de la labor profesional comienza por sentir que el objetivo principal del trabajo que realizamos no es el ingreso que conseguimos, sino los otros aspectos que dan sentido a esta labor. Por este motivo es difícil tener trabajadores éticos cuando el salario que reciben es bajo e insuficiente para llevar una vida digna. Cuando el comportamiento ético puede hacer que mi familia se quede sin ingresos, que los míos se mueran de hambre, que deje de percibir lo imprescindible para llevar una vida digna, la ética se deja a un lado porque la supervivencia está por encima de ella.
Esta actividad que parece justificable en casos de extrema necesidad y de lucha por la supervivencia, no lo es cuando estamos hablando tan solo de mantener un nivel elevado de vida. Sin embargo, es muy generalizada en una sociedad en la que gran parte de la población se comporta como si su supervivencia estuviese en juego, a pesar de gozar de unos ingresos suficientes y sobrados para llevar una vida digna. Si el trabajo se ve cómo algo imprescindible para tener un nivel de vida elevado y esto es el centro de nuestra existencia, estamos dispuestos a hacer cualquier cosa para mantener ese empleo o esos altos salarios, aunque eso nos lleve a realizar comportamientos poco éticos.
Construcción del bien común
Por ello, debemos educar en la ética del trabajo, en la colaboración, en que hay límites que no se pueden traspasar, en que no todo es válido aunque se obtengan más beneficios. Los objetivos de nuestra labor: la construcción del bien común, la colaboración con aquellos con los que trabajamos, la oferta de un bien o servicio que realmente satisfaga las expectativas de quien lo demanda, la transparencia en la información que le damos, etc. Son elementos clave en los que tenemos que incidir en nuestra educación para formar a esos profesionales éticos.
El trabajo y la labor para la que preparamos a nuestros alumnos debe realizarse de una manera ética, intentando que quienes la demandan reciban aquello que esperaban y que les ha sido prometido y que, todos aquellos que participan en el proceso de producción de ese bien, servicio o experiencia, reciban una remuneración adecuada y puedan colaborar correctamente y de una manera coordinada en que lo producido realice correctamente su función.