Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

El perfil profesional cristiano


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Después de siete semanas hablando sobre la educación de nuestros jóvenes para ser futuros profesionales cristianos, dedico este último artículo de la serie a ofrecer un resumen de lo que creo que deberían ser las características de un profesional cristiano y los valores derivados de la DSI en los que deberíamos educarlos. Dejo a la experiencia y a la opinión del lector el análisis sobre si los centros educativos católicos que conozca están formando esta clase de profesionales, o su enfoque va en otra dirección.



Tal como hemos indicado, precisamos educar en la vocación, para que los alumnos descubran poco a poco qué es aquello que, no solo les gusta más, sino que pueden hacer mejor. Estos profesionales vocacionales deben ser competentes, tienen que saber desempeñar con acierto y solvencia las labores propias de su especialidad. Además, deberíamos formar profesionales éticos e humanos, profesionales que prioricen a las personas sobre sus propios objetivos o los de aquellos que les pagan, que afronten sus desafíos de una manera ética y pongan por encima de todo la coherencia en sus actuaciones, sus compromisos y sus convicciones personales.

Trabajo

Además, estos profesionales deben comprometerse por la construcción del bien común, es decir, porque la organización social favorezca el perfeccionamiento de las personas, que todos podamos ser más y mejor personas. Al mismo tiempo, tienen que ser profesionales que, en ese anhelo por el bien común, reconozcan que no lo pueden construir solos y que no siempre tienen toda la verdad o todo el acierto, por lo que están dispuestos a dialogar con los otros, a fomentar la participación de todos aquellos con los que comparten su labor para poder tomar las decisiones más adecuadas en cada momento.

Mejorar la sociedad

Podemos plantearnos si esta es la clase de profesionales que nos gustaría para mejorar nuestra sociedad, si es la clase de profesionales que estaríamos dispuestos a contratar, si el mundo sería mejor si las personas que trabajamos intentásemos tener estas características. Si es así, un servicio de la Iglesia a la sociedad y una parte de su labor, es educar a personas que ejerzan su trabajo de esta manera.

Como ya he nombrado al principio de este artículo no es mi objetivo decir si nuestros centros educativos están intentando educar esta clase de profesionales. Sabemos, además, que los propios alumnos pueden aceptar una determinada educación y enfocar sus carreras profesionales tal y como les han enseñado, o hacerlo de un modo diametralmente opuesto. Eso es opción libre del alumno.

Pero creo que es importante ofrecer a quienes se acercan a las aulas de centros católicos esta manera de entender el trabajo, porque considero que es la mejor para el propio alumno y también para la sociedad, que es parte de la buena noticia que el cristianismo da a las personas en la sociedad actual.