Tribuna

Ayer fue Aylan y hoy son Fati y Marie, pero este mundo nuestro no moverá un dedo por los migrantes

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En septiembre de 2015, el mundo pareció conmoverse al ver la imagen de Aylan Kurdi, un niño sirio de origen kurdo cuyo cadáver, boca abajo en una playa turca, representaba el horror que muchas veces aparece al final del camino para los inmigrantes. Entonces, muchos artistas nos tocaron el alma al representarle muerto, con su camiseta roja y su pantalón azul. Podía ser nuestro hijo. Perfectamente.



Estos días, aunque ha tenido menos eco en los medios (por lo que se olvidará antes si cabe), también ha habido mucha gente impresionada al ver la imagen, en el desierto de Túnez, de una madre y su hija pequeña. También boca abajo. También muertas. De hambre y sed.

Vivían en Libia

Gracias a la denuncia de la entidad Refugiados en Libia, podemos identificar a ambas: son Fatti Dosso y su hija Marie, de seis años. La madre, de 30 años, es originaria de Costa de Marfil. Sus padres “murieron hace mucho tiempo y luego se mudó a Libia, donde vivió durante cinco años”. Allí conoció al que sería su marido, Mbengue Nyimbilo Crepin, camerunés que también tiene 30 años y al que todos conocen como ‘Pato’. Su hija, Marie, era su gran tesoro.

Por ella soñaban con poder cruzar a Europa. Lo intentaron en varias ocasiones, pero nunca lo lograron. Conscientes de que en Libia no tenían un futuro para Marie, “se dirigieron a Túnez, donde planeaban criar a su hija”. Allí, se encontraron con el horror: “‘Pato’ estaba junto a su mujer y la pequeña Marie cuando los echaron a patadas hacia la frontera entre Túnez y Libia. Se supone que fue a buscar agua antes de perder el rastro. ‘Pato’ sigue desaparecido o tal vez lo hayan rescatado los guardias fronterizos libios”. Si ha muerto, ha compartido el destino de su familia: morir de hambre y sed. Si vive, se encontrará con la devastación: todo le ha sido arrebatado.

Fatie y Marie, migrantes muertas en Túnez

Refugiados en Libia lo tiene claro: “Túnez debe asumir la responsabilidad de este asesinato”. Porque fueron expulsados a la fuerza al desierto. Sin nada. Solo un milagro podía haber evitado ese fatal desenlace: morir de un modo horrible, estrangulados por la sequedad de la arena y entre temperaturas extremas.

La responsabilidad de Europa

Pero la entidad también es clara en una denuncia que va más allá: “Estamos llamando a una protesta frente a la embajada de Túnez en Milán, Italia y en otras ciudades europeas”. ¿Por qué? Porque la Unión Europea busca ‘frenar’ la inmigración valiéndose de países fronterizos que utiliza a modo de ‘tapón’: Túnez, Turquía, Marruecos. Países que no dudan en vulnerar derechos humanos fundamentales y que, por ello, reciben dinero que sale de los bolsillos de todos los europeos.

Los mismos europeos que se conmueven al ver las imágenes de los cadáveres de Aylan, Fatie o Marie. Pero solo por poco tiempo, hasta que los medios señalen otro tema en el que poner la mirada y, rápidamente, toda la atención se centre en ese nuevo fenómeno, quedando en el olvido total el anterior.

Podríamos apelar a Don Quijote y esperar una revolución de la fraternidad, pero la realidad, tozuda, nos muestra la inacción de nuestros gobernantes, la irresponsabilidad de nuestros medios y la modorra de nuestra ciudadanía. Este mundo nuestro no moverá un dedo por los migrantes. Ni aunque conozcamos su nombre y su historia.