“Si a la Jornada Mundial de la Juventud se va para no convertir a nadie a Cristo y además invitan a un sacerdote que promueve el movimiento LGBT pues ya imagino lo que los jóvenes vivirán en Lisboa”. Fue el Tweet o el ‘X’ que me motivó a escribir la siguiente reflexión.
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Una gran cantidad de personas estuvieron manifestándose en las redes acerca de los contenidos que los jóvenes recibirían, ya que en torno al evento surgieron una serie de declaraciones por parte de organizadores eclesiásticos que poco se podía rescatar acerca de la esencia de la jornada juvenil.
Entiendo que la presencia del padre James Martin, líder del movimiento de la bandera multicolores, haya sido invitado por el Vaticano, esto generó controversia y malestar general, contraponiendo opiniones. Algunas como: -Los jóvenes se pueden confundir en ese encuentro-. -Que las puertas se abren a todas las maneras de pensar-. -Que es un evento que ha diluido la fe-, en fin, las opiniones son diversas y una vez más parece que no podemos ponernos de acuerdo.
En mi punto de vista, creo que es una excelente oportunidad para reunir a las nuevas generaciones, para que en ese encuentro se escuche la voz del Espíritu Santo y sobre todo para reafirmar nuestra fe. Son espacios que los jóvenes están tomando para dar un mensaje al mundo: ¡CREÉMOS EN DIOS! Eso es lo más valioso, deberíamos apoyar estas iniciativas y dejar a un lado tanta diferencia que nos lleva inevitablemente a la indiferencia.
Un espacio para que puedan sentirse seguros
Pareciera que sólo nos enfocamos en aquello que nos molesta y al contexto general lo dejamos de lado. Me queda claro que nuestra Iglesia católica debe ser precisa con el tema sexual y eso también lo apoyo, pero no podemos negar que existe una tendencia fortísima en nuestro mundo acerca del tema LGBT y que ignorarlo causaría el efecto contrario, rechazarlo solo nos alejaría de quienes piensan de esa forma y que están escalando lugares importantes.
Tan es así que actualmente podemos decir que dejó de ser una minoría para convertirse en un grupo amplio de poder en todos los rubros, de manera que, ignorarlos no sería la mejor opción; aclaro, es mi punto de vista y puedes diferir de mi opinión. Darles voz, no es promoción, es darles un espacio para que puedan sentirse seguros y al ir conociendo la forma en que nuestra Iglesia acepta, pero no incentiva la diversidad sexual, entonces la postura es clara.
Limitar espacios no es la respuesta, Jesucristo siempre aceptó al pecador, pero nunca aceptó la manera distorsionada de pensar del que se equivocaba. Se trata de amar a nuestro prójimo, es entender sus diferencias, comprenderlo e interesarse sinceramente.
“El que perdona la ofensa cultiva el amor; el que insiste en la ofensa divide a los amigos”. Proverbios 17, 9.
El catecismo no enseña que hay que cerrarle la puerta a la persona homosexual, incluso, puede llegar a la santidad si guarda la castidad tal como lo tiene que hacer el heterosexual fuera del matrimonio.
Así que para concluir diré que la Jornada Mundial de la Juventud es un excelente espacio para escuchar la voz de nuestra Iglesia, comprender que hay diferencias claras y que debemos esforzarnos como los primeros seguidores de Jesús, con nuestras imperfecciones el Espíritu Santo trabaja y ha permitido que nuestra iglesia católica cumpla más de dos mil años. A nadie nos gusta que nos digan que estamos en pecado, pero entre más cercanos estamos a Dios, más pecadores nos sentimos.