En el ya lejano 1937 el compositor portugués Raul Portela puso música a la canción escrita por Jose Galhardo y Amadeu do Vale titulada “Lisboa antigua y señorial”, que llevaron a la fama Jorge Sepúlveda o Xavier Gugat entre otros. Una de sus estrofas dice: ”No volverán Lisboa antigua y señorial, a ser morada feudal, a tu esplendor real”. Y en otra, se anuncia que “el velo de la nostalgia cubrirá tu rostro de linda princesa”.
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He recordado estos versos pensando en la reacción de los lisboetas cuando el lunes su espléndida ciudad recobre la normalidad. Seguramente algunos se alegrarán de ver sus calles liberadas de la invasión juvenil de estos cinco días, pero creo que la mayoría sentirá cierta nostalgia al no oír sus canciones ni contemplar las banderas multicolores de países tan remotos como desconocidos, ni escuchar idiomas ignotos.
El más jubiloso
Sí, estoy seguro: la JMJ no sólo ha sido el acontecimiento más multitudinario que haya conocido Portugal en toda su historia sino también el más jubiloso y repleto de esperanzas.
Lisboa, destruida por un devastador terremoto en el 1755 y reconstruida bajo la guía del Marqués de Pombal, fue durante siglos capital de un imperio que se extendía a África y Asia y ha conservado su elegancia imperial sin perder el carácter popular de muchos de sus barrios. Su población es, como subrayó el Papa, multiétnica y multicultural con escasas manifestaciones de racismo lo que da a sus calles y plazas un aire cosmopolita.
“Ya nunca volverán”, afirma el último verso dela citada canción, pero quedará el recuerdo de una Jornada de la Juventud muy vivaz, colorista y con rasgos muy esperanzadores.