La JMJ de Lisboa 2023 ha terminado. El metro de la capital lusa ha recuperado las frecuencias y cadencias de un agosto cualquiera, los peregrinos han regresado a sus casas y comenzado a poner lavadoras… Mientras, los titulares empiezan a poner la mirada en el jubileo de los jóvenes de Roma 2025 y en la jornada de 2027 en Seúl. Pero para quienes han formado parte de la jornada queda un camino que recorrer, el de la vuelta a la vida.
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El Papa
Entre las claves de futuro de lo que supone vivir una JMJ el papa Francisco ha sido único ofreciendo consejos. En su encuentro con las autoridades lusas, el pasado 2 de agosto, en el Centro Cultural de Belém Francisco destaca que “Lisboa, abrazada por el océano, nos da, sin embargo, motivos de esperanza, es ciudad de la esperanza. Un océano de jóvenes está inundando esta acogedora ciudad; y quisiera agradecer el gran trabajo y el generoso compromiso de Portugal para acoger un evento tan complejo de gestionar, pero fecundo en esperanza”. Un futuro que “son los jóvenes. Pero hay muchos factores que los desaniman, como la falta de trabajo, los ritmos frenéticos en los que están inmersos, el aumento del coste de la vida, la dificultad para encontrar vivienda y, lo que es aún más preocupante, el miedo a formar una familia y traer hijos al mundo”… ante lo que el Papa propuso elementos claves como la educación, la fraternidad o la ecología integral.
En la oración con los sacerdotes y religiosos en el Monasterio de los Jerónimos propuso Francisco “la espiritualidad del recomienzo”. “Así es la vida: caer y recomenzar, aburrirse y recibir de nuevo la alegría. Recibir esa mano de Jesús. También hoy pasa por las orillas de la existencia para reavivar la esperanza”, señalaba. En el encuentro con los universitarios el 3 de agosto denunció que “en nombre del progreso, se ha abierto el camino a una gran regresión. Estudien bien esto que les digo. En nombre del progreso, se ha abierto el camino hacia una gran regresión. Ustedes son la generación que puede vencer este desafío, tienen los instrumentos científicos y tecnológicos más avanzados, pero, por favor, no caigan en la trampa de visiones parciales. No olviden que necesitamos de una ecología integral”.
“Las crisis hay que asumirlas, hay que asumirlas y resolverlas, porque quedarse en la crisis tampoco es bueno porque es un suicidio continuo. Es como un estar girando y girando, ¿no? Las crisis hay que caminarlas, hay que asumirlas y raramente solo. Y eso también es importante en el grupo de Scholas: caminar juntos para enfrentar crisis juntos, resolver cosas juntos y seguir adelante, crecer juntos…” señalaba el Papa ante una pregunta en el encuentro con Scholas Occurrentes.
Otro reto a poner en práctico de Francisco lo marcó en la ceremonia de acogida y luego ha sido como un late motiv de la jornada ha sido el de la acogida como señal de distinción en la Iglesia. “Amigos, quisiera ser claro con ustedes, que son alérgicos a la falsedad y a las palabras vacías: en la Iglesia, hay espacio para todos. Para todos. En la Iglesia, ninguno sobra. Ninguno está de más. Hay espacio para todos. Así como somos. Todos. Y eso Jesús lo dice claramente. Cuando manda a los apóstoles a llamar para el banquete de ese señor que lo había preparado, dice: “Vayan y traigan a todos”, jóvenes y viejos, sanos, enfermos, justos y pecadores. ¡Todos, todos, todos! En la Iglesia hay lugar para todos. “Padre, pero yo soy un desgraciado, soy una desgraciada, ¿hay lugar para mí?”. ¡Hay lugar para todos! Todos juntos, cada uno, en su lengua repita conmigo: Todos, todos, todos. No se oye, ¡otra vez! Todos. Todos. Todos. Y esa es la Iglesia, la Madre de todos. Hay lugar para todos. El Señor no señala con el dedo, sino que abre sus brazos” recalcó en la Colina del encuentro.
Para llevar a cabo esto hay que vivir lo concreto. “No hay amor abstracto, no existe. El amor platónico está en órbita, no está en la realidad. El amor concreto, ese que se ensucia las manos, y cada uno de nosotros puede preguntar: ¿el amor que yo siento a todos los de aquí, lo que siento sobre los demás, es concreto o abstracto? Yo, cuando le doy la mano a una persona necesitada, a un enfermo, a un marginado, después de dar la mano, ¿hago así enseguida, para que no se me “contagie”? ¿Le tengo asco a la pobreza, a la pobreza de los demás? ¿Busco siempre la vida destilada, esa que existe en mi fantasía, pero no existe en la realidad? ¡Cuántas vidas destiladas, inútiles, que pasan por la vida sin dejar huella, porque su vida no tiene peso!”, señaló a las entidades sociales en el Centro Parroquial de Serafina el 4 de agosto.
Gestos concretos
Algo similar repitió al inicio del vía crucis con los jóvenes cuando señalaba que “Jesús, con su ternura, enjuga nuestras lágrimas escondidas. Jesús espera colmar, con su cercanía, nuestra soledad. ¡Qué tristes son los momentos de soledad! Él está ahí, Él quiere colmar esa soledad. Jesús quiere colmar nuestro miedo, tu miedo, mi miedo, esos miedos oscuros los quiere colmar con su consolación. Y Él espera a empujarnos a abrazar el riesgo de amar. Porque ustedes lo saben, lo saben mejor que yo: amar es riesgoso. Hay que correr el riesgo de amar”. “Jesús nos ama hasta tal punto de identificarse con nosotros, y nos pide que colaboremos con Él, y María nos señala esto que nos pide Jesús, caminar en la vida colaborando con Él” recalcó también a los jóvenes enfermos en Fátima.
Tarea de futuro fue también la que Francisco dejó en la vigilia en el Campo de la Gracia. “Caminar y, si uno se cae, levantarse; caminar con una meta; entrenarse todos los días en la vida. En la vida, nada es gratis. Todo se paga. Sólo hay una cosa gratis: el amor de Jesús. Entonces, con esto gratis que tenemos —el amor de Jesús— y con las ganas de caminar, caminemos en esperanza, miremos nuestras raíces y vayamos adelante, sin miedo. No tengan miedo”, reclamaba el Papa la final de su intervención. Ya en la misa recordó Francisco a los jóvenes: “Nos volvemos luminosos, brillamos, cuando, acogiendo a Jesús, aprendemos a amar como Él. Amar como Jesús, eso nos hace luminosos, eso nos lleva a hacer obras de amor. No te engañes, amiga, amigo, vas a ser luz el día que hagas obras de amor. Pero cuando en vez de hacer obras de amor hacia afuera, mirás a vos mismo, como un egoísta, ahí la luz se apaga”.
El mensaje final lo dio el papa Francisco a los voluntarios con una metáfora inspirada en las olas de Nazaré: “En estos días también ustedes han afrontado una verdadera ola; no de agua, sino de jóvenes, jóvenes como ustedes que han inundado esta ciudad. Pero, con la ayuda de Dios, con mucha generosidad y apoyándose mutuamente, ustedes han desafiado esta gran ola. Fíjense que son valientes. ¡Gracias, ‘obrigado’! Quiero decirles que sigan así, síganse manteniendo en las olas del amor, en las olas de la caridad, ¡sean ‘surfistas del amor’! Y eso es como una tarea que les encomiendo en este momento. Que el servicio que han hecho a esta Jornada Mundial de la Juventud sea la primera de muchas olas de bien; y cada vez serán llevados más alto, más cerca de Dios, y esto les va a permitir desde una mejor perspectiva ver el camino de ustedes”.