Al otro lado de la mesa


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Conforme vamos cumpliendo años, las personas enfermamos y cada vez ves tenemos más achaques. Los médicos no somos una excepción, de modo que resulta frecuente encontrarnos de pacientes, cambiar el papel al que nos hemos acostumbrado, que algunos llevamos décadas ejerciendo.



La exploración

En ese momento, cuanto te encuentras al otro lado de la mesa, vulnerable y necesitado, te das perfecta cuenta de qué se espera de un médico: que te crea, dedique toda su atención y conocimiento, si es posible que te conforte. El médico debe escuchar, comprender las necesidades y angustias del paciente, y pensar qué puede aportar en el proceso patológico que presenta, quizás no grave o incluso puede pensar que no justifica la preocupación o la demanda, pero no por ello es menos importante para la persona enferma (si la enfermedad es del cuerpo, de la mente o del alma, o de todo a la vez, es otro problema diferente).

Médico general

En mi ya extensa experiencia, la exploración física resulta demostrativa de interés y cuidado, incluso si uno no espera encontrar nada destacado o significativo para el diagnóstico y tratamiento. Tomar el pulso, escuchar los ruidos cardiacos con el fonendoscopio, auscultar los movimientos respiratorios, mirar la conjuntiva para detectar ictericia o la palidez sugestiva de anemia… cada médico ha desarrollado una rutina exploratoria, más detenida en aquello que creemos puede ser la causa del problema por el que la persona ha venido a la consulta.

La atención médica

Por eso me resultó penosa la experiencia vivida el año pasado en el aeropuerto de Dubái, camino de Uganda. Enfermé en la zona de tránsito y me atendieron los servicios sanitarios. Trataron mis síntomas, pero el médico que me atendió se limitó a preguntar a los enfermeros cómo estaba el paciente. No palpó mi pulso, ni utilizó un fonendoscopio –que por lo demás no llevaba encima-, ni exploró un abdomen que resultaba doloroso. Agradecí con cortesía la asistencia, que además fue gratuita, y volví en cuanto encontré un enlace a España.

Así que cada vez que un paciente entra en mi consulta, intento no parecerme a aquel galeno catarí que ni siquiera se acercó a una persona que había enfermado durante el vuelo y se hallaba en una camilla, nauseoso y angustiado.

Ojalá este año me vaya mejor y pueda llegar a Uganda, al hospital donde espero colaborar durante dos semanas. Y acierte lo más posible en la atención médica de aquellos que recurran a mí como médico.

Recen por los enfermos y por quienes les cuidamos