El papa Francisco, como acostumbra tras cada viaje apostólico, ha dedicado la audiencia general de este miércoles a repasar su reciente visita a Mongolia. “Fue bueno para mí conocer al pueblo mongol, que conserva sus raíces y tradiciones, respeta a los mayores y vive en armonía con el medio ambiente: es un pueblo que otea el cielo y siente el aliento de la creación. Pensando en las infinitas y silenciosas extensiones de Mongolia, dejémonos estimular por la necesidad de ampliar los límites de nuestra mirada”, ha señalado.
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Y ha proseguido: “Por favor: ampliar los límites, mirar amplio y alto, mirar y no caer prisioneros de las pequeñas cosas, ampliar los límites de nuestra mirada, para que podamos ver el bien que hay en los demás y es capaz de ampliar los horizontes y también el corazón, quiere hacernos crecer, ampliar el corazón para comprender, para estar cerca de cada persona y de cada civilización”.
El Pontífice piensa “con alegría en la Iglesia local y en el pueblo mongol: un pueblo noble y sabio, que me ha mostrado tanta bondad y afecto” durante su visita, que ha tenido lugar del 31 de agosto al 4 de septiembre.
Una Iglesia joven
Jorge Mario Bergoglio ha justificado su visita a ese pequeño “rebaño” porque en las periferias es donde se encuentran “los signos de la presencia de Dios”. “Y tuve la gracia de encontrar en Mongolia una Iglesia humilde, pero feliz, que está en el corazón de Dios, y puedo testimoniarles su alegría al encontrarse durante unos días en el centro de la Iglesia”, ha agregado.
El Papa ha recordado que esta Iglesia, que nació hace solo 30 años, es el fruto de tantos misioneros de diferentes países que “no fueron allí a hacer proselitismo”, y supieron dar vida “a una comunidad unida y verdaderamente católica”, que es “universal”. Asimismo, ha defendido que la Iglesia se incultura captando “el bien donde sirve a las personas con las que vive”, pues su signo distintivo es “el servicio del Señor y de los hermanos”.
Francisco, durante su alocución, ha mostrado su alegría por haber inaugurado la Casa de la Misericordia de Ulán Bator durante su estancia en “el corazón de Asia”: “Una casa que es tarjeta de visita de aquellos cristianos, pero que llama a cada una de nuestras comunidades a ser casa de misericordia, es decir, lugar abierto, lugar acogedor, donde las miserias de todos puedan entrar en contacto con la misericordia de Dios que levanta y cura sin vergüenza. Aquí está el testimonio de la Iglesia mongol”.