La vida consagrada, especialmente en Europa, se siente hoy más amenazada que nunca, casi “condenada a la extinción”. Los datos objetivos nos dicen que está envejeciendo y disminuyendo. Esta situación, sin embargo, puede convertirse en una oportunidad, una experiencia de gracia, el nacimiento de algo nuevo: una vida consagrada quizá más débil y frágil, menos visible, pero más profética