Los pobres y sufrientes son los nativos de la realidad, los que la conocen más estructural y profundamente. Las crisis políticas y polarizaciones que atravesamos necesitan de palabras y propuestas desde la comunidad eclesial. Una de esas propuestas debería ser reunir a responsables públicos a meditar juntos, y contemplar y escuchar meditadamente a los que más sufren. Todo cambiaría. No sería tan extraño. Parlamentos como el europeo, el nipón, el australiano o el británico han interrumpido sus sesiones para que los representantes hicieran juntos ejercicios guiados de meditación.
- PODCAST: Luca Casarini, el padre sinodal de los migrantes
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Los signos a favor no cesan de emerger. Recientemente, la socióloga Susana Rodríguez defendió brillantemente su tesis doctoral acerca de ‘Las formas modernas de meditación’, en la que demuestra la progresiva aceptación y extensión de la meditación en ámbitos tan distintos como la educación, los hospitales, el arte y el deporte, las prisiones o los centros sociales. La dimensión meditativa y contemplativa es central también en el conservacionismo y el ecologismo.
La Organización Mundial de la Salud (OMSA) lleva dos años insistiendo en que la meditación frecuente forma parte de los hábitos que debemos practicar para ser personas sanas. Esta declaración mundial a favor de la meditación en sus diversos modos supone un paso importante en la dirección de tener una concepción de la salud más profunda e integral.
Avivar la oferta y la creatividad
La influencia recibida desde las espiritualidades asiáticas en el auge de la meditación ha sido muy importante, pero la tradición cristiana tiene también un enorme tesoro que compartir. Junto con la oración, la meditación y contemplación cristianas han desarrollado numerosas formas y, actualmente, redes como la de los Amigos del Desierto hacen una contribución extraordinaria a la cultura y la espiritualidad. Es necesario avivar la oferta y la creatividad. Constituye una gran oportunidad y tiende puentes a la profundización espiritual. Cada parroquia debería ofrecer un espacio abierto y plural de meditación.