Hacen falta al menos cien años para desminar Camboya y desactivar el millón de bombas de racimo y de minas antipersonas que cada día mutilan a dos personas, casi siempre niños. Así lo afirma Kike Figaredo, obispo de Battambang (Camboya) y finalista este año al premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Para que esta realidad sea menos amarga, el religioso jesuita ha creado el ‘Grupo de baile de Tahen’, compuesto por 67 jóvenes camboyanos, algunos víctimas de las minas y de la poliomelitis, con el que ha iniciado una gira que le llevará por diversos puntos de España. Su propósito, además de ofrecer una visión de uno de los países más pobres del mundo, es recaudar fondos para construir un colegio y una residencia para jóvenes con discapacidades.
En el nº 2.630 de Vida Nueva.