Canciones para el contraste cuando el Papa viaja a Marsella y cuando se celebra la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado.
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‘Libres de partir, libres de quedarse’, pide el papa Francisco en el mensaje anual de las migraciones, a partir de lo que, continúa: “De mi escucha constante a las Iglesias particulares he podido comprobar que la garantía de esa libertad constituye una preocupación pastoral extendida y compartida”.
Para unirme estos días a lo que el Papa (cuya vida guarde Dios muchos años) quiere recojo su contagiosa “contribución a ese esfuerzo de lectura de la realidad” por lo que este año decidió dedicar el Mensaje para la 109ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado a “la libertad que debería caracterizar siempre la decisión de dejar la propia tierra”.
¡Que variedad y que riqueza en los muchos repiqueteos y ecos que ese mensaje ha provocado en tanta gente de dentro y de fuera de la Iglesia!
Hoy que estoy en el mismo aula de Baeza, donde Machado impartía sus clases –un poema suyo me acercó a ese “sacramento” que es la realidad migratoria–.
¿Cómo resumirlo en ‘Desde la valla’ en 700 palabras más o menos?
Y de nuevo recurrí a un poema y una canción e imágenes para empaparme de denuncia y a la vez de esperanza de vida.
Sin dudar, ‘Mediterráneo’ de Serrat. Evocando a los que sueñan y luchan por la vida arrancándolas de la muerte que, por ejemplo, han convertido el Mediterráneo vital en un nuevo Mar (de) Muerto(os). En estos días donde el Mediterráneo de las mil riberas que tocan Europa, África y Asia occidental baña la Marsella que la visita del Papa focaliza de atención y signos a los diez años de su visita a Lampedusa.
Y volvi a rezar con este video de CEAR
El vídeo muestra una orquesta que camina desmembrada en el parque, con caminantes y músicos distintos. Poco a poco, para que la emoción llegue de puntillas, su componentes avanzan y se reúnen. Y despacio muchas personas se acercan caminando y pronto quedan cautivadas por una melodía conocida por todos que se va enhebrando, al hilo de violines, chellos, traveseras, clarinetes, etc.
Los primeros instantes son bucólicos. Al aire libre, en día sereno y soleado, y en un bellísimo parque –narraban las crónicas de este evento en el aniversario de la muerte de Aylan (septiembre 2016)–, unos músicos elevan al cielo los acordes de ‘Mediterráneo’, rodeados de público. Parece el preludio de una pequeña y alegre fiesta. Pero de pronto se cuelan otras imágenes…
Para mostrar ese otro Mediterráneo, el mar que hace años sirve de cementerio a tantas personas inocentes, a mitad del vídeo se empiezan a mostrar imágenes de migrantes. Es entonces cuando las notas del famoso tema, toman un aire más serio, dramático, ante la realidad mostrada.
Las lágrimas se van uniendo al agua salada sugerida. Las mías también. Por los sueños robados y tantas utopías rotas. Porque es imposible no ver el mal que se ha incrustado en el Mediterráneo, y en otros muchos mares, lechos de muerte para aquellas vidas que están a punto de sucumbir mirando al cielo (de noche o de día) con una esperanza agotada…
Vidas tristes, ajenas (¿o partes de la mía?), entrometidas, rompedoras, de un azul convertido en negro como la sangre de la muerte, ellos van apareciendo en fotografías: los ahogados y los niños muertos, con “salvavidas” de papel (“empujamuertes”, mas bien). Por decretos tuyos, míos y de aquel … ; o por la falta del aire que destilan.
Como si fueran un error (¡pero no!), la incrustación de migrantes asustados y huidos en la edición del vídeo se sigue construyendo con la canción.
Cierro los ojos. La música sigue.
“En la piel tengo el sabor /amargo del llanto eterno / que han vertido en ti cien pueblos / de Algeciras a Estambul”.
Hasta que los migrantes y todos, lleguemos a esas laderas “de un monte, más alto que el horizonte”.