Decíamos la semana pasada que, en el fútbol, los partidos se juegan en el terreno de juego, no en el vestuario. En Lisboa, más de un millón de jóvenes pasaron unos días en el vestuario de la vida cristiana. Es hermoso y es bueno que así suceda de tanto en tanto. Necesitamos del vestuario para hacer piña, para tomar fuerzas (psicológicas y espirituales), para recibir orientación y ánimo.
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Decía un joven en Lisboa: “¡Qué bueno!, aquí puedo confesar mi fe sin sentir vergüenza”. Claro, porque, en ese inmenso vestuario que fue Lisboa, todos eran del mismo equipo, todos compartían la misma fe (más o menos), todos estaban de acuerdo. Me pregunto si ese joven, y tantos otros como él, habrá regresado a su casa, a su ambiente, a su universidad, con fuerzas para confesar y vivir su fe… sin vergüenza, con alegría, con desparpajo y hasta con entusiasmo.
Este tipo de encuentros son entusiasmantes. Hay quien dice, sobre todo en la vieja Europa, que “no todo está perdido: todavía hay muchos jóvenes cristianos, sanos, alegres, valientes…”. Y es cierto. Impresionaba ver aquella inmensa explanada repleta de jóvenes… Son muchos un millón y medio, pero es que en la cancha, en el terreno de juego, hay ocho mil millones de seres humanos.
¿Qué son millón y medio en medio de tal cantidad? Estadísticamente nada: no llega al 0’02%. Pero, ¿qué eran cinco panes y dos peces para tanta gente? ¿Y qué eran 12 apóstoles para cambiar el mundo? Con Jesús en la balanza, cualquier estadística pierde sentido. Con Él todo es posible.
A partir de ahora
¿Qué será de ese millón y medio de jóvenes a partir de ahora? ¿Estarán ya ilusionados, estudiando cómo juntar el dinero para ir en 2025 a Roma y en 2027 a Seúl… para encerrarse de nuevo unos días en la burbuja del vestuario cristiano? ¿O estarán viendo la manera de comprometerse a construir el Reino de Dios allí donde están, en el día a día, en lo cotidiano? ¿Se quedarán encerrados entre iguales, entre hermanos y amigos, pasando vergüenza por ser cristianos… o saltarán a la cancha de la vida a jugar el partido?
Los eventos –JMJ y otros– son buenos, con tal de que estén precedidos y seguidos de procesos. Se dice hace tiempo: hay que pasar de una pastoral de eventos a una pastoral de procesos.