Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

La conciencia civil en los cardenales venezolanos


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Si hay un hilo conductor, que une a los cardenales venezolanos de la época contemporánea, es su conciencia y compromiso por la causa social en el país.



Una sencilla revisión de las últimas dos décadas es ejemplo de cómo los purpurados se han empeñado en promover, defender y sembrar una auténtica conciencia civil, ante la pretensión arbitraria que lastimosamente se impuso en los últimos años.

Hablar de una gesta civil en Venezuela, implica un compromiso por la promoción humana en el desarrollo de la persona desde la ciudadanía, pero sobre todo en su compromiso por la democracia, la libertad, la justicia, en síntesis por los valores sociales.

El consistorio para la creación de nuevos cardenales del año 2023, en el que será impuesta la birreta al venezolano Diego Padrón, es la ocasión para un recorrido por el legado de los purpurados, que han servido y transitado, en los últimos momentos de una Venezuela  que sigue buscando la libertad, la democracia, la reconciliación y la paz.

Los riesgos advertidos de la revolución

El inicio del siglo XXI en el país no fue fácil, cualquier comentario contrario a la narrativa oficial era mal visto, por lo que las primeras voces en advertir el riesgo de un modelo no democrático surgieron desde el seno de la Iglesia.

El primer referente en la historia es el cardenal Ignacio Velasco, el cual, había servido en el Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho, una zona de misión al sur del país, encargada a los salesianos. Los mismos orígenes del prelado le alejan de cualquier visión de opulencia o riqueza, al contrario, la sencillez y la bondad eran rasgos de su afable personalidad.

Otro gran referente purpurado venezolano es el también salesiano Rosalio Castillo Lara, con un largo recorrido en la Curia Romana. Sin embargo, su servicio en Roma no significó una lejanía a la realidad del país, el cardenal fue una de las voces más críticas al proyecto totalitario en Venezuela.

De igual forma, un gesto que merece ser mencionado, sobre Castillo Lara, es su renuncia a una cómoda jubilación en el Vaticano para pasar sus últimos años en un poblado pequeño de los andes venezolanos. Ejemplo de sencillez en un país donde los líderes exhiben sus riquezas y el confort con la mayor frivolidad.

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No es un asunto de nombres, el compromiso es el mismo

En la línea cronológica, Jorge Urosa Savino, sucesor de Velasco en Caracas, y quien quiso utilizar el mismo traje talar de su antecesor, en el día de su creación de cardenal. De este, destaca su compromiso por la democracia y su enérgico reclamo en mejorar las condiciones de vida de los venezolanos.

En tiempos recientes, y fuera de todo cálculo por los años y la edad, el cardenal Baltazar Porras, también arzobispo de Caracas, personaje de primera línea de estas últimas décadas en Venezuela.

Desde su presencia, como garante humanitario, en los oscuros días de abril del año 2002, hasta su empeño en la canonización de José Gregorio Hernández. La causa del santo médico de los pobres busca sanar la fractura social en pro de una solución pacífica y democrática que demanda el país.

Por último, Diego Padrón, como cardenal emérito de Cumaná, el primer purpurado que es creado sin derecho a voto en Venezuela. Su nombramiento es un reconocimiento de su servicio a la educación, en la catequesis, pero sobre todo en la convulsionada Venezuela que vio quebrarse la democracia en el siglo XXI.

En el fondo cada cardenal tiene implícito el amor al país, pero no de manera abstracta y desencarnada, sino el amor a sus ciudadanos, a sus hermanos, a sus ovejas.


Por Rixio Gerardo Portillo Ríos. Profesor e investigador en la Universidad de Monterrey