Lo que estamos viviendo esta semana en Roma un grupo de unos 400 cristianos no es un Sínodo. No quiero contradecir todas las informaciones que seguramente los lectores habrán recibido durante estos días, pero sí quiero puntualizar que lo que estamos viviendo no es un Sínodo, sino una Asamblea Sinodal.
- PODCAST: Sínodo a prueba de dubia
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¿La diferencia? No es lo mismo un evento, un acontecimiento puntual, que un proceso. El Sínodo es un proceso que comenzó con su convocatoria por parte del Papa ahora hace dos años, y que ha comportado infinidad de encuentros y reuniones en todas (o casi) las parroquias, comunidades cristianas, grupos, movimientos y diócesis del mundo; vino luego el trabajo de síntesis de cada diócesis y de cada Conferencia Episcopal; se tuvieron Asambleas Continentales que elaboraron también su aporte específico; un amplio equipo de expertos trabajó intensamente hace un año a partir de todo el material llegado para producir el ‘Instrumentum laboris’ (instrumento de trabajo) que ahora vamos a utilizar en la que es la Primera Sesión de la Asamblea General Sinodal.
Nos queda todavía la posibilidad de volver a las bases con alguna tarea que hacer durante el año pastoral 23-24 y regresar a Roma para tener la Segunda Sesión de la Asamblea General, en octubre de 2024. El colofón de estos tres años de trabajo de ida y vuelta será, previsiblemente, la exhortación apostólica postsinodal que el Papa tiene costumbre de publicar para, de algún modo, validar y oficializar las propuestas sinodales que le parecen adecuadas y oportunas.
Un proceso tan largo
Ningún sínodo de los celebrados después del Vaticano II ha tenido tan amplia y larga participación. Jamás una Asamblea Sinodal había tenido tantos participantes ni había incluido, con voz y voto, a sacerdotes y laicos, a hombres y mujeres, como está sucediendo ahora. Nunca el proceso sinodal había sido tan largo: tres años completos y el alargue que el Papa quiera darle.
Y atención, este sínodo es sobre la “sinodalidad”, es decir, sobre cómo podemos organizarnos los católicos para que la Iglesia sea verdaderamente participativa y construya la comunión a partir de la diversidad. Quienes esperan que en estos días hablemos de todos los temas que preocupan a la humanidad y a la Iglesia, probablemente se frustrarán, pero la culpa será suya por crearse expectativas no razonables. La sinodalidad es un tema específico y concreto.
Recemos para que este sínodo sea verdaderamente obra del Espíritu.