El Sínodo de la Sinodalidad ya es una realidad. El 4 de octubre Francisco abría oficialmente la Primera Congregación General de esta Asamblea que este mes reunirá a 464 participantes, 365 con derecho a voto. Un caminar juntos teniendo como ejes la comunión, la participación y la misión.
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La propuesta papal resulta tan profética como arriesgada, en tanto que busca analizar el estado de salud de la catolicidad para que la Iglesia, tal y como planteó el Concilio Vaticano II de la mano de Juan XXIII y Pablo VI, sepa responder a los desafíos de hoy.
No es de extrañar que el Pontífice haya incidido en el arranque de la Asamblea en las coordenadas de trabajo, teniendo como premisa irrenunciable el protagonismo del Espíritu Santo, lo que tira por tierra concebir la reunión como un parlamento, una lucha entre conservadores y progresistas, entre izquierdas y derechas. “No nos sirve tener una mirada inmanente, hecha de estrategias humanas, cálculos políticos o batallas ideológicas, por ejemplo, si el Sínodo permitirá esto a lo otro; si abrirá esta puerta o la otra”, aseveró el Papa en la misa de apertura. Es más, advirtió de que ni tan siquiera busca fijar “un plan de reformas”.
Su visión es más ambiciosa, evangélicamente hablando. El Sínodo de la Sinodalidad busca configurar un modo de ser Iglesia, desde una fidelidad creativa, que sepa redescubrirse en Jesús de Nazaret y no en tradicionalismos adosados. “No queremos glorias terrenas, no queremos quedar bien a los ojos del mundo, sino llegar a él con el consuelo del Evangelio, para testimoniar mejor, y a todos, el amor infinito de Dios”, expuso en su empeño de promover una conversión personal, pastoral y misionera.
Ya no hay marcha atrás
Solo por el recorrido hecho hasta aquí, tras dos años de andadura en una consulta global sin precedentes, se puede hablar del sínodo de la diversidad y la pluralidad, en el que por primera vez votarán los laicos y las mujeres.
A la vista está que, con este salto histórico, la sinodalidad ya no tiene marcha atrás, aunque se presenten resistencias y baches, como el milimetrado boicot de guante blanco protagonizado en la antesala de la cita por cinco cardenales a través de un dubia que, en su búsqueda de generar polarización y confusión, se ha tornado bumerán. La rápida y, sobre todo, hábil respuesta del Papa a cuestiones espinosas, como la bendición a las uniones gais y el sacerdocio femenino, desinfla las aspiraciones de quienes buscaban monopolizar y enfrentar a la Asamblea con estos asuntos de frontera. Con estas aclaraciones de fondo, en un ejercicio ejemplar de sinodalidad, es el turno de de dejar hablar al Espíritu y escuchar, una oportunidad de kairós para la Iglesia. Tiempo de sinodalear.