“Algunos observan que las tensiones aumentarán, pero no debemos tener miedo mientras seamos hermanos y hermanas caminando juntos”. Así lo ha expresado el relator general del Sínodo, Jean-Claude Hollerich, quien abrió esta mañana la IV Congregación General sobre el segundo módulo del ‘Instrumentum laboris’ –titulado ‘Una comunión que irradia. ¿Cómo ser más plenamente signo e instrumento de unión con Dios y de unidad del género humano?’–, del que esta tarde han comenzado los trabajos.
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El también arzobispo de Luxemburgo sacó a la luz el ya famoso “todos, todos, todos” del papa Francisco para lanzar una pregunta a los padres y madres sinodales: “¿Estamos dispuestos a hacer esas palabras realidad con grupos que podrían irritarnos, porque su forma de ser podría parecer una amenaza a nuestra identidad?”. Y ha contestado: “Si actuamos como Jesús, daremos testimonio del amor de Dios por el mundo. Si no lo hacemos, pareceremos un club identitario”.
Tras hablar del método de trabajo y los cambios en la composición de los Círculos Menores, ha insistido en que “necesitamos pensar, necesitamos reflexionar, pero nuestra reflexión no debe tomar la forma de un tratado teológico o sociológico. Necesitamos partir de experiencias concretas, la nuestra personal y sobre todo la experiencia colectiva del Pueblo de Dios que ha hablado a través de la fase de escucha”.
La comunión, “nuestro ser y hacer”
Durante la mañana, también la profesora Anna Rowlands, catedrática del Departamento de Teología y Religión de la Universidad de Durham (Reino Unido), intervino centrada en la comunión, que “es nuestro ser y nuestro hacer”.
En este sentido, insistió en que “la luz divina se percibe en una comunión que se irradia a través de una gloriosa diversidad de personas, criaturas, culturas, lenguas, liturgias, dones y carismas”.
“Esta realidad de una comunión que irradia, misteriosa y a la vez totalmente práctica, ya ante nosotros, y todavía delante de nosotros, ofrecida como pan para el mundo y palabras que salvan vidas, necesitada de ser expresada en cada contexto –local, regional, global– que la Iglesia habita, este es el paradójico horizonte de esperanza, la realidad en la que, si tenemos el valor, el Señor nos invita a situarnos”, ha subrayado.