No hay alumnos ni hucha. Es el principal argumento que ha llevado al actual arzobispo de Granada, José María Gil Tamayo, a cerrar el Instituto Diocesano de Filosofía Edith Stein, un centro de formación que puso en marcha en 2005 el ya arzobispo emérito Javier Martínez. A través de un decreto firmado el 30 de septiembre, Gil Tamayo admite que, “en virtud de la insuficiencia de alumnos matriculados, se ha vuelto insostenible mantener el personal necesario para garantizar una educación de calidad”. En el mismo documento se reconoce que se “ha generado una disminución sustancial en los ingresos destinados al sostenimiento y funcionamiento”.
- PODCAST: El sindiós de la guerra
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
La “extinción” del instituto, como se define de manera literal en el decreto, supone dar por terminada una de las apuestas de la era Martínez, que eligió para este centro el nombre de una de las mártires más populares del siglo XX, santa Benedicta de la Cruz.
Hasta el curso pasado se impartían las clases de filosofía del plan de estudios de Bachiller/Grado en Teología del Instituto de Teología ‘Lumen Gentium’ de la archidiócesis de Granada, afiliado a la Facultad de Teología de la Universidad Eclesiástica San Dámaso de Madrid. Además, contaba con cuatro cursos de posgrado y contaba con nueve profesores. A ello se unían ciclos de conferencias vinculados a la figura de Edith Stein, así como diferentes congresos de carácter anual.
Choque en 2016
Su sede estaba ubicada en el seminario diocesano y cuando se erigió, mano a mano con ‘Lumen Gentium’, el arzobispo apuntalaba su alternativa a la facultad de teología de los jesuitas en Granada, integrada en la actual Universidad Loyola. De hecho, Martínez creó su propio centro de estudios para dejar de enviar a sus seminaristas a las aulas de la Compañía de Jesús.
Fue en octubre de 2006 cuando Martínez sacó de inmediato a los ocho futuribles sacerdotes de Granada, como reacción a la lección inaugural del curso académico pronunciada por el prestigioso docente Francisco Alarcos y que versaba sobre bioética. Así dio por terminada la relación entre la archidiócesis y el reconocido centro de les jesuitas a quienes se había confiado la formación teológica de los sacerdotes granadinos desde 1939.