Miedo, violencia y muerte, eso es el terrorismo y nada lo justifica. Hemos sido testigos de las acciones más ruines e inhumanas, seres humanos cometiendo actos de barbarie, sin compasión. El odio cuando se instala en nuestras vidas, es capaz de realizar actos indescriptibles, se olvida que tenemos la posibilidad de resolver conflictos de manera civilizada; desafortunadamente, la cordura, el miedo o la sin razón imperan.
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Olvidamos que hemos recibido una vida como un don inmerecido y que, con ella, debemos realizar acciones para enaltecer nuestra existencia, no hemos venido a este mundo a causar dolor y agonía. Aunque algunas personas se esfuerzan en generar y alimentar el mal que habita en ellas, razón por la que debemos estar atentos para controlar nuestra ira y bajas pasiones. Todos los seres humanos tenemos la dualidad de: construir o destruir.
Se nos ha dotado con una especie de mecanismo para realizar ambas cosas, es parte de nuestra naturaleza. Por ello, la importancia de cuidar la relación con Dios, con nuestros semejantes y con nuestro entorno, ser conscientes de que la maldad también habita en nuestro interior, así como el amor y la compasión, nada de que alarmarnos, en ciertas circunstancias podemos mostrar lo peor de nosotros, así como lo mejor y eso nos vuelve humanos.
La guerra: un fracaso como humanidad
Dar miedo o felicidad depende de cada quien, vivir con odio por otro ser humano o entregarle tanto amor como sea posible, eso está en cada uno de nosotros. El fruto de esas acciones traerá sus consecuencias, amar u odiar, decisión libre y personal. El sufrimiento que genera el odio es muy profundo, despierta venganza y resentimiento, el cual puede perdurar por generaciones, son heridas muy profundas que se transmiten y se heredan.
Situación que extrañamente no sucede con los actos de bondad, esos simplemente se quedan en el corazón de quien los recibió como una acción para recordar por mucho tiempo, siempre en silencio. El bien no hace ruido, el bosque crece de forma imperceptible, sin sonido, a diferencia de la destrucción, la cual genera ruido, manifestando que algo está sucediendo con ese mismo bosque destruido en llamas.
El mal necesita manifestarse para confirmar su existencia, el bien es silencioso. En el Antiguo Testamento encontramos la siguiente cita Bíblica: “Ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe”. Éxodo 21, 24-26
Escribo este texto con el dolor de cualquier padre de familia, que debido a la guerra han perdido a sus hijos, madres, padres y familiares. La guerra siempre será un fracaso como humanidad, aniquilación, destrucción, miedo y dolor, es el resultado final. Somos libres para elegir, pero nuestra conciencia nos recordará siempre el resultado de esa elección.
Jesús dice: “Ustedes han oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pero yo digo: No resistan al que les haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra”. Mateo 5, 38-39. La bondad duele frente al terrorismo.