En esta y en las siguientes entradas de este blog voy a hablar sobre cómo Francisco entiende cómo deben ser nuestras relaciones sociales. Para ello me voy a basar, en especial, en las encíclicas ‘Laudato si” y ‘Fratelli tutti’. Cuando hablo de relaciones sociales, me refiero a algo clave para Francisco, como es la cultura del encuentro. Ante la cultura de la indiferencia, en la que vivimos como seres autorreferentes, que solamente estamos preocupados por lo nuestro, que buscamos en exclusividad nuestros propios objetivos y en la que lo que le sucede al otro, a la sociedad y a la creación nos deja fríos, Francisco nos propone “ese encuentro fecundo, ese encuentro que restituye a cada persona la propia dignidad de hijo de Dios, la dignidad de viviente”(Francisco 2016)[1].
La insistencia de Francisco en este tema está claramente expresada en su encíclica ‘Fratelli tutti’, en la que a partir de la parábola del buen samaritano insiste en esa cultura de la indiferencia en la que está instalada nuestra sociedad y que proviene, precisamente, de la gran autorreferencia con la que vivimos en este mundo. Esto se traduce en varios elementos clave que tienen que ver con nuestra manera de relacionarnos con la creación, con nosotros mismos y con los demás.
‘Fratelli tutti’ y ‘Laudato si”
- En primer lugar (y de esto habla de una manera extensa la encíclica ‘Laudato si”) cuando nos acercamos a la naturaleza “sin esta apertura al estupor y a la maravilla” acabamos siendo un “dominador, consumidor o mero explotador de recursos, incapaz de poner un límite a nuestros intereses inmediatos” (LS 11), olvidamos el verdadero mandato del señor ante el jardín que nos regala, que es “labrarlo y cuidarlo” (Gn 2,15) para dedicarnos a explotarlo.
- Por otro lado, no vivimos desde el silencio, estamos sordos ante los otros, ante la sociedad y ante el bien común. Nos encontramos totalmente enmimismados buscando solamente nuestros intereses individuales. Nuestra relación con nosotros mismos es autorreferente. Francisco denuncia este problema que, aunque se ha dado siempre, es especialmente acusado en estos momentos.
- Por último, establecemos relaciones con los demás basadas en la equivalencia entre lo dado y lo recibido. Hemos olvidado la gratuidad, el dar sin esperar nada a cambio. Buscamos conseguir nuestros objetivos y por ello no nos interesa lo que le sucede al otro, nos desentendemos del bien común y establecemos una elevada competitividad con quienes consideramos diferentes para intentar “imponer nuestro propio interés o la propia opinión, sin respetar los derechos de los demás” (FT 273)
[1]https://www.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2016/documents/papa-francesco-cotidie_20160913_cultura-encuentro.html