Murmullos de cambio


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Pepe Lorenzo(José Lorenzo– Redactor Jefe)

“Estos obispos, que ya empiezan a expresar sus opiniones en alto, creen que la Iglesia tiene que abrir ventanas para ventilar estancias; que en los seminarios no se debe insistir en métodos que infantilizan a los seminaristas; que a los jóvenes hay que hablarles sin temor del propio cuerpo, realzando el valor del celibato como opción de generosa entrega”

Son todavía sólo murmullos, pero la honda impresión causada por el escándalo de los abusos sexuales y otros atropellos amparados en un concepto de la autoridad que casa mal con el ideal de servicio –que han propiciado casos como el de la santificación casi en vida del fundador de los Legionarios de Cristo, por ejemplo– están haciendo reflexionar a algunos obispos sobre la necesidad y conveniencia de cambiar algunos modos y modas dentro la Iglesia del tercer milenio.

Son aquellos que creen que tamaño descrédito para la Iglesia tiene que servir para soltar lastre de una forma de ejercitar el gobierno. Como acaba de decirnos Benedicto XVI, “cuanto más grande seas, más humilde debes ser”. Y esto, justo es reconocerlo, no siempre ha sido así.

Estos obispos, que ya empiezan a expresar sus opiniones en alto (siguiendo el ejemplo del propio Papa, que ha apostado por más transparencia), creen que la Iglesia tiene que abrir ventanas para ventilar estancias; que en los seminarios no se debe insistir en métodos que infantilizan a los seminaristas; que a los jóvenes hay que hablarles sin temor del propio cuerpo, realzando el valor del celibato como opción de generosa entrega más que como simple imposición; que creen que jerarquía no es sinónimo de poder o “carrerismo” (también denunciado por Joseph Ratzinger), sino de servicio; que estiman que el orgullo de la Iglesia no viene de su influencia entre los poderosos, sino de su servicio a los últimos; que han visto que esa política del ocultismo, de echar tierra encima de las cosas, no es la adecuada en una sociedad globalizada, donde la información no conoce cortapisas, sino que son de los creen que los problemas hay que afrontarlos…

Uno de estos prelados es el cardenal austríaco Schönborn, discípulo de Benedicto XVI, a quien su ansia le ha valido una cornada del propio Sodano, sobre quien puso el dedo acusador. Pero los hay también en otros continentes. Ojalá esas reflexiones, que a nadie deberían de escandalizar, lleguen pronto también a España. Algunos obispos las sienten ya como propias… de puertas adentro.

En el nº 2.719 de Vida Nueva.