(Ana Coronado– Barcelona) La propaganda turística que invita al Camino de Santiago en todo el mundo propone el fomento del compañerismo, el contacto con la naturaleza o la cultura. Pero leyendo las impresiones de algunos caminantes, una se queda boquiabierta: “Me he encontrado con Dios en los momentos de soledad del Camino”. “He oído la voz de Dios en mi corazón”. “He encontrado la fe que había perdido”. “No puedo describir lo que me ha pasado porque ha sido algo muy grande”.
Porque, si bien Dios no defrauda ni siquiera a aquellos que emprendieron esta aventura con fines poco o nada místicos, no puede decirse lo mismo de los párrocos responsables de las iglesias a lo largo del Camino. Quejas tales como: “Me encuentro iglesias y catedrales cerradas porque es lunes” son habituales, sin que nadie tome cartas en el asunto. Es necesario que las diócesis correspondientes se aperciban de que los buscadores de Dios abundan y desean encontrarse con Jesús-Viviente en los sagrarios de las iglesias, siempre que el rector encargado de “cerrar las puertas a Cristo” en demasiadas ocasiones, lo permita.