“¡Queremos una Iglesia del sentido común!”. Casi un grito que, aunque pronunciado por la teóloga Cristina Inogés, sonaba coral esta tarde en el VIII Encuentro Vida Nueva celebrado en la Embajada de España ante la Santa Sede, que esta vez lleva por título ‘Ellas, con voz y voto en el Sínodo’. Con la colaboración de PPC Editorial y Banco Sabadell, han conversado en una mesa redonda moderada por el director de Vida Nueva, José Beltrán, las cuatro españolas de la Asamblea General del Sínodo de la Sinodalidad, que se celebra en el Vaticano del 4 al 28 de octubre.
En la recta final de esta primera Asamblea, las cuatro españolas han analizado la presencia femenina en el Sínodo de la Sinodalidad, que por primera vez permitirá votar a las mujeres. De ellas, Inogés y Xiskya Valladares, RPM, misionera digital y madre sinodal por designación papal, serán las que puedan ejercer este derecho, ya que Eva Fernández, coordinadora del Foro Internacional de Acción Católica e invitada especial al Sínodo, y María Luisa Berzosa, FI, consultora de la Secretaría General del Sínodo y facilitadora en la Asamblea Sinodal, actúan como expertas, con voz, pero sin voto.
Celaá parafrasea al papa Francisco
La embajadora de España ante la Santa Sede, Isabel Celaá, ha sido, como anfitriona, la encargada de introducir el acto, en el que ha parafraseado al papa Francisco hasta en tres ocasiones. En primer lugar, recordando que “las mujeres tenemos el don de aportar una sabiduría que sabe restañar las heridas, perdonar, reinventar y renovar”. En este sentido, ha alabado que el Pontífice pase del dicho al hecho. “Él no solo dice, él hace: incorporando a las mujeres en los órganos vaticanos y no como invitadas, sino como miembros de pleno derecho”, ha resaltado.
En segundo lugar, ha recordado cuando en 2014 celebró “la mayor presencia de mujeres en la Iglesia”. “Para ello, o así yo lo interpreto desde fuera, es este Sínodo. Ese caminar juntos, en compañía, porque respetar la diversidad es respetar la dignidad humana, es aceptarla. Y las mujeres conformamos la mitad de la humanidad”, ha recalcado para acabar sus palabras citando por tercera vez a Jorge Mario Bergoglio: “La igualdad no se busca por una cuestión teórica, sino para que las puertas del campo de juego se abran a todos los jugadores”.
Las cuatro españolas del Sínodo han comenzado relatando cómo se enteraron de que serían miembros. De las lágrimas de Fernández, a la obviedad que consideraron las hermanas de Berzosa su nombramiento o la equivocación de Valladares, que recibió una llamada del subsecretario del Sínodo, el agustino español Luis Marín, al que confundió con el hombre que venía a arreglar el ascensor de su comunidad.
Abrir puertas
Beltrán ha comenzado preguntando a Inogés si se veía como una elegida a dedo, al ser nombrada directamente por el Papa. “Claro, como tantos otros sacerdotes, obispos, cardenales… no solo hemos sido nombradas a dedo las cinco mujeres que tenemos voz y voto”, ha dicho con firmeza.
Asimismo ha proseguido: “Ha habido muchas mujeres a lo largo de la historia que han querido abrir una puerta que no se podía. Demos gracias a Dios de que ahora hay una persona que tiene la sensibilidad suficiente para quitar el cerrojo y dejarnos entrar, que al fin de cuentas es como hemos logrado siempre las mujeres llegar a cualquier sitio. Si hemos llegado ha sido porque los hombres han querido que llegáramos, y donde no quieren que lleguemos, no vamos a llegar”. “Y yo haría una invitación: que se contagie la actitud de Francisco. Que se tenga la sensibilidad de corazón de ir abriendo puertas”, ha rematado.
Valladares llegaba al Sínodo con el aval de haber estado desde el minuto cero ligada al gran Sínodo digital, cuya consulta alcanzó a más de 250.000 personas. ¿Qué se encontraron los misioneros digitales ahí? “Personas alejadas y heridas por la Iglesia, personas que sienten tener una experiencia de Dios pero no se sienten parte por algún motivo, como visiones discrepantes o problemas personales con alguien de Iglesia. Nos llamaba la atención el deseo de volver y sentirse acogidos por la Iglesia: todos estando lejos querían ser parte”, ha compartido.
Berzosa, por su parte, ha detallado cuál es su labor como facilitadora, que consiste en moderar los debates sin ser parte activa. Es decir, lo suyo ha sido la escucha. “Me ha supuesto trabajo callarme, porque muchas veces tenía ganas de decir cosas, pero esa no es mi misión”, ha dicho entre risas la religiosa jesuitina, que lleva a sus espaldas tres sínodos, pues también fue parte del de los jóvenes y el de la Amazonía.
Miembros de pleno derecho
Preguntadas sobre si se han sentido miembros de pleno derecho, Fernández ha dado un rotundo ‘sí’. “Ha habido libertad total y he visto cómo se van integrando en los informes mis propuestas desde mi caminar como laica de parroquia, como responsable diocesana y ahora como coordinadora de la Acción Católica internacional, desde donde escucho la voz de laicos en muchos lugares del mundo”, ha afirmado.
En el mismo sentido se ha expresado Inogés: “Es el primer Sínodo en el que participo, pero no he tenido para nada esa sensación de estar de más, ni de prestado ni como adorno. Es verdad que hay personas a las que les cuesta más aceptar la realidad, no la presencia femenina como tal, sino la de personas que no son obispos. Somos humanos y nos movemos mucho por cuestiones de costumbre”.
También es verdad que ha dejado claro que “las mujeres hemos avanzado mucho: no pedimos perdón ni permiso por ocupar un cargo en nuestra Iglesia, sino que lo asumimos como parte de nuestra pertenencia, porque el bautismo nos iguala a todos”.
La religiosa de la Pureza de María también ha reconocido sentirse en comunión con los padres sinodales. “Ha sido un ambiente muy bonito de comunión, de libertad y de diversidad a la vez. Se puede pensar distinto y sentirte unido a una persona. Se puede pensar distinto, pero sentirte en comunión. Y esa es la sensación más bonita que he podido experimentar”, ha aseverado.
Por su parte, la jesuitina ha hecho hincapié en que en este Sínodo “todos estamos desfocalizados, es decir, no somos cardenal de tal lugar, sino todos en el mismo plano. El responsable es el Papa y él no se agobia. Eso crea un clima. Hay mucha diversidad en el Sínodo y es una maravilla que eso exista”.
Mujeres discriminadas en la propia Iglesia
Preguntadas en relación a la discriminación que muchas mujeres viven en su día a día, Valladares ha reconocido que “siguen existiendo”, pero “gracias a Dios, cada vez menos, aunque en algunos países, lamentablemente, mucho. Depende del país, de la cultura… Pero creo que el Sínodo en este sentido va a ayudar bastante. Todos los que estamos tenemos muy claro que tenemos la misma dignidad bautismal”.
Berzosa ha completado insistiendo en que “si no nos abren la puerta, entramos por una rendija. Sin duda hay que abrir mucho más camino, pero tenemos que tomar consciencia de que tenemos muchas posibilidades. Creamos en nosotras, en nuestro valor”.
Inogés, llevándolo al terreno personal, ha comentado su primera experiencia de exclusión por ser mujer. “Mi obispo no me quiso conceder el permiso para estudiar Teología en mi diócesis, en mi Iglesia. Y tuve que estudiar en un facultad protestante siendo católica”, ha confesado. “En España se van superando estos problemas, pero no fue hace tanto que eso sucedió”, ha remarcado.
La experiencia de Fernández es totalmente distinta en este sentido. “Desde adolescente he vivido la corresponsabilidad. Mi párroco nos ayudaba a vivir esto. Siempre he tenido responsabilidades parroquiales, diocesanas y a nivel Conferencia Episcopal. Por eso, creo que tengo el deber de estimular a otras mujeres, de ilusionarlas”, ha resaltado.
Nuevas ministerialidades
Hablando sobre nuevos ministerios, Inogés ha relatado su experiencia con un obispo de Mozambique que “decía unas cosas con muchísimo sentido”. “En la pausa del café le dije: ‘Tienes una iglesia del sentido común’. Y me contestó: ‘Es que no puedo tener otra’. Con tres parroquias separadas por 300 kilómetros, sin ministerios no podría atender a esas personas”, ha recordado.
Para Berzosa, en el Sínodo de la Amazonía quedó una pregunta en el aire. “La Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia, pero en muchos lugares tienen una misa cada tres años porque no hay un varón célibe que pueda celebrar misa. No tengo ningún interés por ser sacerdote, pero me disuena cuando estoy facilitando unos ejercicios espirituales y luego al final del día viene alguien ajeno a celebrar la Eucaristía. Debemos reflexionar, hay preguntas abiertas… El Señor sigue llamando, pero ¿con los mismos formatos o hay que crear odres nuevos? Me resuena esto desde ese Sínodo por la atención a la persona. Esto es cuestionador al máximo para mí”, ha afirmado.
Por otro lado, hablando sobre ‘fake news’ y los ecos sinodales en algunos medios de comunicación, Inogés ha pedido a las diócesis “eliminar los enlaces que van directamente a webs o canales de televisión que desinforman, porque mucha gente que no tiene la formación debida cree que la diócesis o el obispo está apoyando ese tipo de comentarios”.
Como experta en redes sociales, Valladares ha dejado caer que “los algoritmos no nos ayudan, pues favorecen la polarización”. Y continuando apoyando la petición de Inogés ha aseverado: “Las personas mayores se pueden creer lo que leen. Mi madre me manda mensajes preocupada cuando lee un ataque al Papa o al Sínodo”. Por eso, ha insistido en que “no podemos seguir dando voz a las voces disonantes que no aportan nada”.
La anécdota de Omella
Antes de finalizar, Berzosa ha aprovechado que en los círculos menores no puede hablar para hacer un alegato final. “Tenemos que volver insistentemente a Jesús y a su programa, que es el Evangelio, que es humanizante porque nos habla del amor, del perdón, de la justicia… todo eso que estamos necesitando en nuestro mundo. Y la Iglesia tiene que ser camino, puente. Que no sea meta sino que caminemos juntos para descubrir a ese Jesús que nos fascina con su programa, sus gestos, sus actitudes”.
Al despedir el acto, el director de Vida Nueva le ha cedido la palabra al cardenal arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Juan José Omella, que se encontraba en la primera fila escuchando a sus compañeras sinodales. ¿Su aportación? Una anécdota. “Mientras hablan se me viene a la cabeza un momento de 1971. Entonces, Vida Nueva publicó un reportaje sobre la primera mujer en España que podía dar la comunión. Era en la diócesis de Zaragoza, en un pueblo que se llamaba Villareal del Campo. Pedro Cantero era el arzobispo y el cura un servidor. Vida Nueva ya se hizo eco de algo que hoy podemos recordar”, ha concluido con el aplauso y las risas de los presentes.