“Pura coincidencia”. Así confirman fuentes de la Santa Sede a ‘Vida Nueva’ el hecho de que la audiencia del papa Francisco al presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, tenga lugar justo después de negociar la investidura de Pedro Sánchez y con la amnistía de fondo. De la misma manera, se aclara que la cita estaba prevista con antelación, por lo que no puede vincularse a esta coyuntura en concreto. Es más, se insiste en que se ha tramitado y admitido el encuentro en las mismas condiciones que cualquier otro mandatario regional de cualquier Estado que lo solicita.
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Es más, Aragonès solicitó la audiencia el pasado 22 de junio, un mes antes de la elecciones generales, cuando los sondeos se inclinaban hacia un triunfo del Partido Popular y nadie imaginaba el complejo escenario de negociaciones in extremis que se vive en estos días, con el independentismo como actor principal.
Desde el Vaticano, se ha tratado y se tratará la visita del político de Esquerra Republicana de Catalunya con la misma atención, ni más ni menos, que la de los demás presidentes autonómicos que han acudido a lo largo de estos diez años a Roma para reunirse con el Pontífice. Es más, este mismo año, ha recibido entre otros, al presidente murciano Fernando López Miras y a la madrileña Isabel Díaz-Ayuso, ambos en marzo.
Inoportuno calendario
A pesar de esto, en Roma son conscientes de que la agenda hará especialmente complicado el encuentro debido al rédito que buscará el independentismo para que una sola palabra que se refiera a la reconciliación, un guiño a la lengua catalana o una sonrisa aparentemente cómplice de Jorge Mario Bergoglio se convierta en aval para su causa. Sin embargo, a pesar del que podría denominarse como inoportuno calendario, en ningún momento se ha planteado anular o posponer la cita, precisamente para no generar suspicacia alguna en la Generalitat.
En cualquier caso, Francisco conoce las aristas del ‘procés’ catalán, puesto que tanto el referéndum ilegal como la declaración unilateral de independencia en 2017 la vivió ya como Sucesor de Pedro. Y no solo eso, en este momento, el cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, ya era una persona de máxima confianza.
Rebajar tensión
De hecho, en aquel momento el purpurado jugó un papel en la sombra relevante a la hora de intentar rebajar la tensión tanto en la Moncloa de Mariano Rajoy como del lado independentista y, por supuesto, en la Iglesia catalana, que sufrió la misma fractura que la sociedad. Una posición que nunca gustó al separatismo.
Es más, a partir de entonces, el cardenal Omella ha ido informando de cada una de las novedades que se han producido al respecto. De la misma manera, desde la Secretaría de Estado han continuado realizando los correspondientes informes sobre el ‘caso catalán’ que compartirán con el Pontífice para que no asuma riesgo alguno en sus palabras cuando el lunes a las nueve de la mañana Aragonès le salude.
Ante la amnistía
En cualquier caso, ¿cuál es y será, salvo sorpresa, el posicionamiento del Papa y, por tanto, de la Iglesia ante la amnistía? Neutralidad. Esa es la palabra. Desde Roma, no interferir de modo alguno en un problema político interno de una nación, como así lo puso de manifiesto en el único encuentro que mantuvo con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en octubre de 2020.
Este empeño de mantenerse al margen, como reflejo de una Iglesia en la que lo mismo caben españolistas que independentistas, es la misma que ha intentado forjar Omella tanto en Madrid como en Cataluña, con no pocos envites recibidos por no dejarse llevar por injerencia política alguna en su pastoreo. Pero, al menos, ha logrado que todos los obispos del país remen en una dirección, aun cuando en algún momento ha habido que reconducir unos grados la barca.
Entre obispos
De hecho, así sucedió hace unas semanas, tras la reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española del 26 y 27 de septiembre, cuando el secretario general del Episcopado, César García Magán, fue preguntado en rueda sobre el posicionamiento eclesial ante la amnistía: “Es bueno para todos, para una sociedad y para un país el respeto a la legalidad vigente”. “En este país hubo una amnistía en el cambio de régimen”, recordó, para asegurar a continuación que ahora “no estamos ante una situación excepcional que requiera herramientas excepcionales”.
Solo 24 horas después, la Conferencia Episcopal Tarraconense, que aglutina a las diez diócesis catalanas, emitía un comunicado en el que detallaban que “los pastores de una Iglesia que es afortunadamente plural debemos mantener una neutralidad edificante y respetuosa, neutralidad que solo podemos romper cuando se lesiona el derecho a la dignidad del ser humano, centro de toda la Doctrina Social de la Iglesia”.
Posteriormente, el mismo día en que Francisco creó cardenal al arzobispo de Madrid, José Cobo, en la Embajada de España ante la Santa Sede autoridades eclesiásticas confirmaron al ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, que la Iglesia no se enzarzaría con la amnistía. Así lo desveló ‘Vida Nueva’ en relación a una conversación que dio por sofocada una posible crisis institucional entre el Gobierno y la Conferencia Episcopal Española.
Moderación y prudencia
Con la neutralidad por bandera tanto en Barcelona, como en Madrid y en Roma, este esfuerzo del cardenal Omella se ha traducido en una rebaja del fervor independentista que en aquellos días de 2017 se contagió en parte de la Iglesia catalana, incluidos algunos obispos. Hoy, la moderación y la prudencia parece haber aumentado tanto entre las mitras y báculos como en el propio clero catalán.
En cualquier caso, aunque en estos días se dejara caer que Carles Puigdemont lo quería como relator entre el Gobierno y el separatismo, no cuadraría con las presiones de guante blanco que habría recibido el cardenal en estos últimos años desde espacios independentistas para lograr una bendición que nunca llegó. Según pudo confirmar en su momento ‘Vida Nueva’, incluso se le habría chantajeado con una cuestión tan delicada con la de los abusos sexuales. Si Omella hacía algún guiño a la causa, de inmediato se rebajaría la presión sobre la pederastia eclesial en Cataluña. A la vista está que no ha sido así.
Por otro lado, la categoría de “privada” otorgada al encuentro entre el Papa y el presidente catalán en términos eclesiásticos no puede interpretarse como sinónimo de íntima o personal, se refiere a que se trata de un encuentro de tú a tú a diferencia de las audiencias públicas, que son las que se celebran ante las grandes masas en la plaza de San Pedro o en el Aula Pablo VI. Si de verdad la cita fuera “privada” en términos civiles, sería en la Casa de Santa Marta, residencia de Jorge Mario Bergoglio, y no en el palacio apostólico. Todo aquello, por tanto, que se celebra en las dependencias oficiales del Vaticano tiene un carácter institucional.