El sacerdote y teólogo Pablo Blanco Sarto (Zaragoza, 1964) acaba de ser distinguido, junto al filósofo y teólogo Francesc Torralba, con el Premio Ratzinger 2023. Autor de numerosos estudios y volúmenes sobre la vida, pensamiento y obra de Joseph Ratzinger-Benedicto XV –entre ellos, ‘Benedicto XVI. La biografía’ (San Pablo, 2019)–, el profesor de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra cree que del teólogo bávaro “podemos aprender el rigor y el espíritu de servicio”, pero también de su “disponibilidad” en función de “las necesidades pastorales de la Iglesia”.
PREGUNTA.- ¿Qué significa este galardón para alguien que ha seguido tan de cerca la vida y la obra de Joseph Ratzinger?
RESPUESTA.- Una alegría y un alivio. Una alegría porque piensas que ha servido para algo la contribución que has querido hacer. Un alivio porque, en cierto sentido, es una aprobación a los trabajos y a la interpretación que he realizado de la vida y del pensamiento de Joseph Ratzinger. Una segunda opinión contrastada siempre viene bien.
Rigor y coherencia
P.- ¿Qué podemos aprender hoy del teólogo alemán?
R.- Podemos aprender el rigor y el espíritu de servicio. El rigor y la coherencia son fundamentales para el teólogo Ratzinger, sin dejarse llevar por las derivas ideológicas que tienen ya las respuestas antes de plantear las preguntas.
Pero también podemos aprender de su disponibilidad: el teólogo bávaro no realizó la síntesis de la que se precian los dogmáticos alemanes, escribiendo una gran dogmática, sino que –sobre todo en sus años finales– tuvo que realizar su teología “a salto de mata” –por así decir–: dependiendo de las necesidades pastorales de la Iglesia. Esto supone una limitación pero también su grandeza, pues le confiere, en mi opinión, un mayor realismo.
El teólogo y el pastor
P.- ¿Hasta qué punto el Ratzinger teólogo ‘eclipsó’ al Benedicto pastor?
R.- Más bien pienso que fue al revés: el Benedicto pastor eclipsó al Ratzinger teólogo. El pontificado –me parece a mí– no ha permitido recibir su teología de modo sereno, sino que siempre estaban en juego criterios ajenos a la ciencia y la teología.
De todas formas, insisto en lo anterior: el haber sido sacerdote, arzobispo, prefecto, papa e incluso papa emérito le ha dado profundidad y amplitud a su pensamiento. En este sentido, está muy en línea con el papa Francisco, quien siempre subraya la dimensión pastoral de la teología.
P.- ¿Qué nos queda por descubrir de la figura de Joseph Ratzinger?
R.- Nos queda –en mi opinión– tener una visión general de su teología, y no solo sectorial y desligada del contexto más inmediato. Esta perspectiva nos la da el tiempo, pero cuando veo el gran interés que su figura y su pensamiento despiertan sobre todo entre los jóvenes, imagino que esta valoración más amplia y tranquila llegará con el tiempo. Todo llegará: lo mejor de Ratzinger está por llegar.
Gran maestro
P.- ¿Qué le ha inspirado más de su pensamiento para sus trabajos e investigaciones? ¿Y para su labor docente?
R.- Pienso que muchas cosas: en primer lugar, la importancia de la razón en el cristianismo. Pero también temas como la idea de Iglesia del Vaticano II, la importancia de la liturgia, la necesidad de la exégesis bíblica, la centralidad de la cristología. Y otras muchas cosas más.
En mi caso, Ratzinger me ha enseñado ecumenismo: cómo este debe tener cabeza, además de corazón y manos. El modo de acercarse a los ortodoxos, los anglicanos o los luteranos han sido una orientación y una inspiración. Para mí, debo reconocerlo, ha sido mi gran maestro en teología.