El vigésimo EncuentroMadrid ha presentado una exposición sobre la pareja de japoneses católicos, Takashi y Midori Nagai. Aunque generalmente se resalta la figura de Takashi, médico radiólogo que se convirtió en una celebridad en Japón, los comisarios de la exposición han tenido el acierto de comprender que, en realidad, lo formidable era la unidad que formaban ambos. La vida de Takashi y de Midori es excepcional y Ediciones Encuentro ha publicado recientemente sus memorias: ‘Lo que no muere nunca’. Queremos resaltar un rasgo en los tiempos de contorsionismo político, agitación angustiosa, incertidumbre y manifestaciones que padecemos.
- BLACK FRIDAY: suscríbete a la revista Vida Nueva en papel con un 20% de descuento
- PODCAST: Agua sin vetos: bautismo sin excepciones
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Takashi se encontraba en el hospital cuando lanzaron la bomba atómica sobre el barrio católico de Nagashaki. Él sobrevivió, pero, cuando fue a buscar a su esposa, solamente encontró su cuerpo calcinado y, en medio, su rosario fundido. A Takashi le habían diagnosticado cáncer por su trabajo como radiólogo y le dieron tres meses de vida. Tomó la decisión de retirarse a una cabaña de cuatro metros cuadrados, desde donde llevó a cabo una revolución espiritual.
Voz al alma de Japón
Desde esa mínima cabaña, a la que llamó Nyokodō, continuó investigando científicamente sobre los efectos de la radiación en su cuerpo, rezaba y pensaba, recibía y aconsejaba, llevó un diario de razón y fe. Convirtió su cuerpo, vida y palabra en mensaje reconciliador de un Japón que pedía perdón por la guerra y perdonaba el horror atómico. Miles de personas acudían a aquel hombre, convertido en un manantial de paz, y él contestaba a cada una de las cartas que recibía. Su palabra dio voz al alma de Japón. Su santidad en cuatro metros cuadrados fue la mayor luminaria para guiar al mundo en tinieblas.
Esos revolucionarios son los que necesitamos también hoy. Lo puede hacer cualquiera desde su puesto de trabajo, celda monástica, parque, casa, a cualquier edad… ¿Cuál es tu Nyokodō?