Acaba de publicarse en España el libro ‘Castidad. La reconciliación de los sentidos’ (Ediciones Encuentro). La obra ofrece una reflexión actual de un tema tan clásico como es la castidad de la mano del monje trapense Erik Varden, actual obispo de la diócesis noruega de Trondheim, que ha participado estos días en EncuentroMadrid, el foro de la Fraternidad de Comunión y Liberación.
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Varden, que fue uno de los autores de la carta sobre la sexualidad que los obispos noruegos escribieron durante la pasada Cuaresma, nació en Sarpsborg (Noruega) en 1974. De familia agnóstica, se convirtió en su adolescencia al escuchar la sinfonía ‘Resurrección’, de Gustav Mahler. Tras estudiar en Gales y enseñar teología en la Universidad de Cambridge, decidió ingresar en la Trapa en 2002 en la abadía de Mount Saint Bernard, en Inglaterra. Obispo desde 2019, un año antes había publicado ‘La explosión de la soledad’ (Fonte-Monte Carmelo), que llegó a ser traducido a diez idiomas. También se mantiene muy activo en la red a través de su blog ‘Coram fratribus’.
PREGUNTA.- No es de extrañar que un monje trapense escriba sobre la soledad como hizo en 2018, pero ¿por qué un libro sobre la castidad?
RESPUESTA.- Porque es un tema sobre el que la literatura es demasiado escasa. Me parece esencial recuperar el sentido pleno de este término, que significa integridad, plenitud y florecimiento. Se ha reducido a una mera caricatura que denota un miedo frígido a la sensualidad; por eso, el subtítulo del libro habla, precisamente, de ‘La reconciliación de los sentidos’.
P.- La carta de los obispos noruegos en la última Cuaresma, sobre la vivencia cristiana de la sexualidad, tuvo cierta repercusión. ¿Puede ser un buen punto de partida para acercarse a este libro, ya más específico?
R.- Efectivamente, el eco que tuvo nuestra carta nos asombró. Personalmente, lo veo como un indicio, entre muchos otros, de que este ámbito, el de la sexualidad humana, se ha convertido en un paisaje árido, sediento de agua viva. La tradición católica tiene maravillosas ideas que aportar. Así que sí: la carta es una excelente introducción al libro.
Pureza
P.- Una de las anécdotas desafiantes que comenta en el libro es la muerte del teólogo francés Jean Daniélou en el piso de una prostituta, a quien ayudaba en su desamparo. ¿Qué evocaciones hace de su reflexión de la castidad?
R.- La “castidad” es una expresión de la “pureza”. Pero, con demasiada frecuencia, hemos entendido esta pureza como un distanciamiento angustioso de todo lo que pudiera parecer impuro, ya sea en nosotros mismos o en los demás. Esta tendencia ha provocado en ocasiones escisiones desastrosas en la vida de las personas. A veces, ha creado una actitud de severa censura con respecto a personas cuyas vidas son complejas, tal vez irregulares.
Pero ¡la vida es compleja! Y la “pureza” no es un estado que se alcanza de una vez para siempre; es un trabajo de toda la vida. En efecto, cuanto más puro sea nuestro corazón, menos nos llamarán la atención los signos de impureza que nos rodean. Estaremos menos inclinados a huir de ella, más inclinados a tener piedad de ella, a dejar que lo que está herido se cure, que las tinieblas alcancen la luz. Por eso, el ejemplo de Daniélou me parece de un interés perenne.