Frecuentemente damos lo que nos sobra, es una forma de darle ‘vida nueva’ a aquello que ya no utilizamos y es cuando el acto de desprenderse adquiere un cierto valor. Dejemos de dar por dar, la enseñanza de Jesucristo fue muy clara, dar es ayudar y comprometerse con los necesitados, con los enfermos, con los pecadores. No se trata de ‘blanquear’ nuestras conciencias al ofrecer cierta ayuda, es más bien una forma de vivir, dando y dándose, ofreciendo lo mejor y no sólo lo que nos sobra.
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Quienes estamos al servicio, debemos tratar con respeto a los miembros de nuestra Iglesia y entender la gran responsabilidad que esto implica, sin olvidar a los que no pertenecen y que merecen también nuestra atención. Aprender a dar, enseñanza que debería hacer en nosotros un verdadero cambio: Ayudarnos, amarnos, respetarnos y servir unos a los otros. Lamentablemente no siempre sucede así, vivimos en comunidades con cierto aislamiento y hasta distanciamiento.
Los del norte no comparten con los del sur, no estoy hablando exclusivamente de bienes materiales, se trata de compartir nuestros dones y gracia que se nos ha dado, se trata de presencia, apertura a la acción del Espíritu Santo. Para ser sincero, no toda la Iglesia está con una actitud abierta a las diferentes manifestaciones del amor de Dios, cuesta entender, aceptar y motivar ¿será que adaptarnos a lo nuevo y a lo que implique movernos de nuestra comodidad nos cuesta mucho?
Seguramente así es, por ello darnos y dar es un acto de enorme bondad y desprendimiento. Que nuestra caridad no sea una apariencia. Dar no sólo es dar; más bien, es darse para encontrar la verdadera donación. Conocemos a personas que les fascina aparecer y destacar en el momento de la ofrenda, son aquellos que buscan quedarse con el crédito y que las demás personas les den algún cumplido o una muestra de agradecimiento por las acciones realizadas.
Dar y darnos
Falsa humildad, ayuda envuelta en intereses y muy probablemente solo para vivir de la apariencia. Invito a que demos con todo nuestro ser, quien tenga alguna actividad dentro de la parroquia que la realice con el ánimo de cooperar y sumar, poner al servicio de los demás aquello que se nos ha dado de manera gratuita. Ser hermanos en la fe y en las acciones, estimando a los demás y buscando el bienestar del prójimo antes que el de nosotros.
Sirvamos con alegría, seamos la sal y luz de la tierra y fermento para con nuestros hermanos. Vivir la esperanza con alegría y estar en constante oración, así deberíamos dar y darnos ¡Qué lejos estamos de ofrecer con caridad! Jesucristo nos dejó muy alto el compromiso de dar y en el intento algunos nos quedamos.
Tengamos igualdad de trato unos con otros, aceptando y amando sus diferencias, porque dar es mucho más que ofrecer bienes, es colocarnos en el corazón de nuestro prójimo y entender sus necesidades, sin mayores pretensiones.
“De nada me sirve que mi confianza en Dios me haga mover montañas. Si no tengo amor, de nada me sirve darles a los pobres todo lo que tengo. De nada me sirve dedicarme en cuerpo y alma a ayudar a los demás. El que ama tiene paciencia en todo, y siempre es amable“. Corintios 13,1-7
¿Me entusiasmo por dar? ¿Me emociona compartir? ¿Deseo ayudar sinceramente? Creo que tenemos mucho por reflexionar acerca de cómo ayudo y la forma en la que me doy a los demás.