Esta semana, los obispos de la Conferencia Episcopal Española están celebrando la CXXIII Asamblea Plenaria en Madrid, y los distintos movimientos y asociaciones de la Iglesia aprovechamos la oportunidad el pasado lunes, en la apertura, para compartir el inicio de la Asamblea, y para acercarnos a ellos (cosa que, por motivos de distancia y agenda, no siempre es sencillo).
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Uno más entre desconocidos
El lunes tuve la oportunidad, por primera vez, de asistir al comienzo de una Plenaria. Según iba en metro hacia allí, por mi cabeza pasaban todo el rato muchísimos pensamientos (iré bien vestido, qué les voy a decir a los obispos, cómo…), me sentía inseguro, nervioso y algo incómodo; un cardenal, arzobispo u obispo siempre impone cierto respeto y lejanía a los jóvenes, y en este caso me iba a encontrar con casi 80 pastores de nuestro país, de los que solo había hablado previamente con unos cinco.
Pero este sentimiento desapareció cuando hablé con Jesús Pulido, obispo de Coria-Cáceres; no sé si por lo nervioso que me vió, o porque habíamos coincidido previamente en el Encuentro de Pascua que hizo la JEC en su diócesis, pero lo primero que me dijo fue que se alegraba mucho de verme allí, y que aprovechara para saludar a otros obispos (tanto a los que ya conocía como a los que no) que seguro se alegraban de ver alguien joven al servicio de un movimiento de Iglesia.
Y precisamente eso es lo que hice, comencé saludando a los obispos con los que más relación he tenido a lo largo de mi vida (José Luis Retana, obispo de Salamanca y Ciudad Rodrigo y antiguo obispo de Plasencia; Ernesto Brotóns, obispo de Plasencia; y Antonio Gómez Cantero, obispo de Almería y consiliario nacional de la Acción Católica Española) y todos ellos me transmitieron su ilusión por verme allí, me preguntaron cómo me iba en este servicio, cómo me sentía, qué dificultades veía, qué cosas me preocupaban… En resumen, tuve la misma conversación con ellos que con cualquiera de mis amigos cuando hace tiempo que no nos vemos.
Un obispo diferente
De repente, los cardenales arzobispos y obispos ya no eran para mí personas alejadas, frías y poco interesadas en la vida de la juventud (más parecidas a robots que a personas), sino que descubrí a personas que me reconocían porque habíamos compartidos momentos juntos, que se preocupaban por mí y por mi situación, y con las que también podía hablar de lo bueno o malo que estaba este pincho, del frío o calor que tenía, y de qué pensábamos del discurso del cardenal Juan José Omella, presidente de la Conferencia Episcopal Española.
Gracias a este espacio (en el que tuve la oportunidad de hablar tanto con obispos que ya conocía como con los que nunca había coincidido) pude ver la figura del obispo como una persona más de la Iglesia, con las mismas preocupaciones, problemas y alegrías que el resto, pero que se pone al servicio de la comunidad para guiarla y acompañarla.