Aún estamos sintiendo el eco agradable que producía en la asamblea de fieles en la catedral la confesión creyente del nuevo arzobispo, José Rodríguez Carballo, que se presentaba como hermano y servidor de esta Iglesia de Mérida-Badajoz.
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Imagino que cada fiel allí en la celebración acogería sus palabras y sus sentimientos desde su propio lugar y situación. Mucho de los presentes lo harían como acompañantes que querían proteger y rodear de cariño este momento vital del arzobispo: su familia carnal, sus hermanos en el episcopado, los que eran compañeros suyos en las tareas vaticanas en los últimos diez años, sus hermanos franciscanos, hasta sus compañeros del seminario menor con sus esposas que después nos deleitaron con canciones de emociones profundas en sus vidas, y sus vecinos del pueblo pequeño del que es natural, y hasta los gaiteros que dieron una nota de alegría y fiesta entrañable, imagino también la expectativa de las autoridades de distinto signo queriendo ver por donde se situaba este primera alocución pastoral, etc.
Por otro lado, otro gran grupo, los que estábamos por un sentido de la acogida a este nuevo pastor. Me refiero a los sacerdotes, religiosos y también a muchos fieles que lo hacían en representación de sus movimientos, grupos, servicios diocesanos, parroquias, etc. Entiendo que aquí había un interés especial, en doble dirección: acoger, mostrar la vitalidad de la comunidad diocesana que camina, darse a conocer y también buscar la conexión evangélica con este nuevo pastor que se incorpora a la comunidad y su ritmo.
A mí personalmente me gustaron las imágenes utilizadas en su intervención, terrenas, humanas, evangélicas y bastante franciscanas como correspondía a este fray José.
Clave familiar
La primera hacia relación a la clave familiar, quiere ser nuestro hermano y serlo con su nombre de bautismo y de pila, desde su recuerdo a sus padres y hermanos. Me gusta que sabe que viene a una familia que ya está formada y que se suma como hermano, aceptamos que viene con pobrezas, porque nosotros también las tenemos, y que trae la riqueza de su vida y de lo experimentado en su ministerio vital y eclesial. Nos pedía generosidad y oración para que Dios le conceda un corazón dócil al Padre y firme para hacer su voluntad. Me uno a esa oración y extiendo la petición también para mi persona y los proyectos en los que participo con laicos y compañeros sacerdotes.
La segunda imagen me interpeló al oírle que tendía sus manos para besar los pies de todos y en especial de los heridos, y confiaba en nuestra benevolencia para ser hermano y pastor entre nosotros. La humildad considero que es una virtud de largo alcance y que en ese camino nos cuesta andar y bastante más correr, qué bueno sería que esa humildad fuera clima y modo de encontrarnos y trabajar juntos. Confiemos, hermano José.
La imagen siguiente iba con gancho, además de con música, cuando nos decía que se acercaba a nuestra frontera vital como “contrabandista de amor, sí contrabandista de amor”. O sea, ganar nuestro amor con el suyo. Esto lo firmamos todos se lo aseguro, no hay otro contrabando que pueda ser cristiano. Traiga su saudade y morriña que la vamos a convertir en el baile del aceite y del vino, que salen de la aceituna y el aceite, el banquete será fraterno y su tierra estará en la nuestra y juntos peregrinaremos hasta su Compostela.
El título que le dio a Dios, fue bueno y apropiado, “El gran limosnero”, que hay en nosotros que no sea don suyo, todo de Él para nosotros. Qué bueno que venga, como aquella viejita, que echaba en el templo del amor, lo que le quedaba para vivir. Seguro que la edad del carnet será para la risa bondadosa si está llena de toda la generosidad del buen Dios que se da porque no sabe hacer otra cosa. Esto sería el mayor signo de la Gracia divina en un Pastor suyo, ‘pastores dabo vobis…’ a su medida.
La figura del pastor, en esta tierra, nos es muy entrañable. El otro día le oía a una persona que ella no quería ser oveja, y ahora menos que ya no hay pastores de verdad. Qué distinto es ser oveja en la clave del sínodo que usted decía soñar para la iglesia, que en una estructura sin pastoreo al estilo de Jesús de Nazaret. A ver si por lo menos conseguimos ser buenos perrillos de ese único Pastor, que animen en la tarea del cuidado y la protección de este buen pueblo. Nuestra Iglesia tiene tarea en lo que se refiere a las dispersas, las heridas, pobres, solas, alejados… parecía en sus palabras que era lo más importante para usted como pastor, ojalá Dios le conceda ese carisma tan propio de no olvidarse de los más pobres, que a nosotros nos está costando creerlo y hacerlo.
Despertar juntos
La alusión directa al abrazo a “Cristo leproso” para abrazarlo en todos los leprosos de la humanidad, me llegó más directamente. Yo llevo mucho tiempo con esa incertidumbre y temor de no saber llegar a besar el leproso como hizo Francisco de Asís, siguiendo al siervo de Yahvé. El beso de la aceptación de Dios en Cristo, tal cual él se nos ha dado y entregado, partido y comido en la mayor debilidad y ofrenda a lo humano más roto y perdido. Ese sueño en el que nos adentramos con el evangelio y del que cuesta despertarnos para hacerlo realidad concreta y viva donde más nos duele.
Ojalá despertemos juntos. Me encantó abrazar a su hermano en la orden y en el ministerio arzobispal, Santiago Agrelo, al que admiro en ese abrazo con el cristo leproso del que es confesor y con algo de martirio. Ya sé que hemos de hacerlo con la confianza en la misericordia divina, aquello que nos decía de “no temas, ni te acobardes… estoy contigo” parafraseando a la Palabra del buen Dios.
Y bueno su sueño para nuestra iglesia diocesana me pareció muy sinodal, no sólo porque usara la palabra en el relato, sino porque en realidad esas características de Reino soñado, son las mismas con las que venimos trabajando desde el último sínodo diocesano, así como asamblea posterior, amén de los proyectos y programas diocesanos que se van proponiendo. Sí, todos queremos y soñamos: Una iglesia misionera, que llegue a las periferias, escuche y dialogue con lo humano en el mundo, propositiva y novedosa, que priorice y cuide lo familiar, lo vocacional en su sentido más amplio, con puertas abiertas sin exclusión, con brazos extendidos y sanantes… para todos, todos y todos. Enraizada en Cristo y comprometida, desde Él, en la tarea del mundo y del reino, sabiendo abrirse al sufrimiento como buena samaritana, frente a cualquier discriminación y cronificación de la pobreza. De un modo u otro eso es soñado y deseado.
Ministros de los sueños
Pero para ser sincero, nos viene muy bien la referencia de los pescadores que, tras la noche en la brega de la pesca, sienten la acedia del mediodía, el cansancio rutinario, las prisas y el activismo.
Vivir todo lo que nos proponía en sueños en esta cultura en la que estamos inmerso, en ese modo de vivir que nos trastoca y nos confunde, es una tarea ahora mismo dura y , a veces, por qué no decirlo, nos parece inalcanzable. Por eso tendrá hermano José que mantenerse en pie (hombre de la Palabra), comer bien (Hombre de la eucaristía) y caminar en nuestra iglesia diocesana (Hombre del pueblo), como le decía Dios al profeta, porque la tarea es ardua, la de animar, potenciar, proponer, compartir, creer, sanar, alegrar, renovar, cambiar, aceptar…
Nos pedía usted que nos lanzáramos a ser ministros de los sueños y no simples notarios de la realidad, buena imagen para terminar el discurso. Y nosotros no le podemos pedir a usted otra cosa que eso mismo, esperamos y deseamos un pastor diocesano que no sea simple notario de la realidad sino un ministro de sueños verdaderos al caminar del evangelio en el corazón de ese Jesús de Nazaret donde podamos descansar los que estamos cansados y agobiados, sintiendo la acedia en las tareas pastorales también.