Tribuna

Del hermano Alois al hermano Matthew: Taizé, un acorde que camina

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Ha sido un privilegio asistir al momento histórico del relevo de prior en Taizé en este primer domingo de Adviento, este 3 de diciembre. Ya tuve la suerte de acompañar al hermano Alois en su primer día de prior cuando acudí con mi familia a las exequias del hermano Roger. Lo mismo he experimentado ahora en su último día al frente de una comunidad a la que estoy muy ligado desde que empecé a colaborar con el hermano Roberto en la música de Taizé, durante los años 80 y 90. Humildad y generosidad es lo que me brota en este momento.



No voy a explicar aquí la revelación que fue y que sigue siendo para el mundo la vivencia ecuménica que Taizé ha ejemplificado desde siempre, porque es de sobra conocido. Solo voy a constatar algunas pinceladas que, estos dos días en la colina de Taizé, me han emocionado y me han mostrado el estilo y el carisma de esta vocación que siempre vi en el hermano Roger, que reconocí en el hermano Alois y que ahora vislumbro en el hermano Matthew, con una confianza infinita.

“Volvamos la mirada a Cristo”

En la comida de bienvenida, antes de bendecir la mesa, el hermano Alois nos da las gracias a todos por acompañarle en este día, y añade: “Todos, volvamos la mirada a Cristo”. A lo largo de la ceremonia de la noche evocaré esta frase cuando en algunos momentos esta idea de la mirada vuelta hacia determinada dirección se explicita y adquiere un significado muy especial.

La ceremonia de la transmisión del oficio de servidor de comunión es preciosa. Su sencillez configura toda su grandeza. Lo hermanos se han reunido en la iglesia románica para un rato de oración, ellos solos. Suben andando hasta la iglesia de la Reconciliación, donde esperamos todos, pero entran por el fondo, juntos, encabezados por unos niños y acompañados por representantes de las distintas Iglesias. Yo no veo una procesión de entrada, sino una peregrinación hasta el altar.

El hermano Alois alaba a Dios por haber preparado al hermano Matthew para este servicio, por la vocación que anima a la comunidad, por toda la Iglesia, por el Espíritu Santo que se hace presente. La oración por el hermano Alois y sus 18 años de constancia y fidelidad, en los días buenos y malos, da paso al canto de una larga letanía de alabanza a los santos de todos los tiempos.

Relevo de prior en Taizé

Un diálogo hondo y bello

Entonces, los priores saliente y entrante entablan un diálogo hondo y bello. Me queda el eco de algunas palabras: “Cristo, bendice a nuestro Hermano Matthew, concédele discernimiento y bondad de corazón”. “Hermanos, solo soy un pobre del Evangelio. Mantened una palabra libre. Renovemos cada día nuestra confianza”.

Todos los hermanos rezan durante la imposición de manos: “Renueva en él y en todos nosotros el espíritu de las bienaventuranzas: la alegría, la sencillez y la misericordia”. Y el nuevo prior, que en la Regla de Taizé es sinónimo de servidor de comunión, abraza a cada uno diciéndole una palabra personal. Se respira un espíritu de comunidad.

Los responsables de las distintas Iglesias leen oraciones engarzadas en diferentes versículos de la Biblia. Están presentes el obispo de Autun, la diócesis donde se ubica el pueblo de Taizé; el metropolitano ortodoxo representante del Patriarca de Constantinopla; dos obispas de la Iglesia de Inglaterra de la diócesis originaria del hermano Matthew; y dos pastores de las Iglesias protestantes de Francia. También han acudido el imán de la mezquita más cercana a Taizé y un rabino de Jerusalén.

Rodeado por niños

El nuevo prior camina alegre desde el altar a su lugar, atrás del todo. Lo hace con decisión rodeado por niños que encarnan ese don, desde el origen de la comunidad, de frescura, inocencia y espontaneidad. Son ellos quienes reparten la luz de Pascua a los hermanos y ellos a su vez la distribuyen a todos. La iglesia se ilumina mientras las miradas se vuelven hacia el ambón situado en medio de la iglesia. Eso es Taizé: la contemplación de Jesús desde todos los ángulos. Nos envuelven la escucha de la Palabra, el canto, el silencio. ¿Hay algo más ecuménico que el silencio?

La eucaristía del domingo es una acción de gracias serena, dulce, luminosa, cuajada de signos admirables. Taizé sigue siendo ese espacio único para creer, compartir, orar, todos unidos, afianzado por la presencia de una comunidad cuyas raíces de su compromiso permanecen: la causa de Cristo y del Evangelio. Esas raíces aguantan todas las tormentas.

Taizé es la armonía de la Iglesia. Dios habla a cada cual en su corazón, pero canta a todos unidos, no al unísono, sino en un acorde, en el que todos se necesitan unos de otros. Un acorde que se transforma, que evoluciona, que camina. Un acorde de paz y reconciliación.

Foto: Tamino Petelinsek (Taizé)