Esta semana ha estado cuajada de días festivos, hasta tres según las comunidades autónomas, para entrar a continuación en fin de semana. Eso quiere decir que, a efectos prácticos, la mayoría de tratamientos no farmacológicos o farmacológicos no convencionales (radioterapia, quimioterapia, cirugía y, sobre todo, pruebas diagnósticas) están suspendidos. Tampoco hay consultas externas. Son pocos los hospitales generales donde se pasa visita y se dan altas en festivo, de modo que la actividad, salvo para urgencias vitales, se paraliza.
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He pensado muchas veces en este hecho a lo largo de mi vida profesional. Comprendo que los días festivos son necesarios para el personal sanitario, pero conviene con esto no hacer demagogia y llamar a las cosas por su nombre. Así, cuando se afirma que “se debe poner al enfermo en el centro”, sería bueno contrastar la organización de los cuidados sanitarios contra esa afirmación que queda tan bonita. No parece que paralizar casi toda la actividad de un hospital durante días y días sea la mejor forma; quizás podrían buscarse mejores fórmulas.
Preguntas a reflexionar
Sería también interesante analizar qué pretenden los programas –para los que se destinan numerosos recursos humanos y materiales– cuyo objetivo es “humanizar la sanidad”. ¿Mejorar la asistencia clínica contratando a los mejores profesionales, a los mejor preparados? ¿No se contradice eso con la mayor parte de criterios de contratación actuales? ¿Tratar a los pacientes mejor? ¿Quiere eso decir que ahora no se les trata bien? ¿Organizar los equipos humanos de forma que se mejore la calidad de la asistencia según parámetros mensurables, en vez de hacerlo para favorecer el tiempo libre del personal?
Como todo en la vida, conviene apoyar las reflexiones teóricas que uno puede hacer con sus experiencias prácticas y concretas. Tras más de treinta años ejerciendo en hospitales, tengo algunas, como médico y como familiar de paciente. Por ejemplo, siendo residente de primer año, me escandalizó la mortalidad en la planta durante las vacaciones de Pascua. Los pacientes ingresaban desde urgencias, solo se les visitaba si se complicaba su situación y, como cada día cambiaba el equipo de guardia, nadie les conocía y había que comenzar de cero. Por fortuna, no es la realidad de mi hospital actual, donde se pasa visita cada día.
El caso de mi madre
Hace unos años, mi señora madre, que en paz descanse, se cayó y se rompió la cadera. La operaron y era fundamental levantarla para que pudiese recuperarse. Un sábado nadie vino a levantarla y, cuando pregunté, me dijeron en el control de enfermería –donde estaban mano sobre mano, concluida ya la primera actividad de la mañana–, que no se levantaba los fines de semana en protesta por el poco personal. Si esto te lo dice una persona ajetreada de una habitación a otra, tiene credibilidad. Si lo dice alguien mientras toma café, no tiene ninguna. Entre mi hermano y yo la levantamos y ejercitamos, pero otros pacientes no tuvieron esa suerte, quedando encamados mientras el personal descansaba, mediada la mañana.
No parece que eso sea una asistencia sanitaria más “humanizada”. ¿No creen? Recen por los enfermos y por quienes les cuidamos. Y por España.