Compartiré en este tiempo de Adviento una trilogía de historias las cuales he preparado con mucho cariño para ustedes queridos lectores. Esto, con motivo de la celebración de la Navidad y las diferentes formas en que vivimos este tiempo, espero sean de su agrado.
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Hace algunos años me gustaba la Navidad, cuando tu alegría inundaba esta casa, tus risas se escuchaban en cualquier lugar, siempre sincera y franca. Fueron años de mucho amor y de grandes luchas, juntos enfrentamos el accidente de nuestro hijo; fuimos tú y yo la fuerza que necesitó para volverse a poner de pie; sus segundos primeros pasos fueron un gozo que nadie pudo sentir, sólo nosotros.
Contabas los días de forma regresiva para iniciar con los adornos y así, preparar los alimentos de temporada, para disfrutar cada momento. Pasar Navidad en casa siempre fue de las experiencias que recordaremos quienes las disfrutaron con nosotros.
“Disfrutaste la Navidad como ninguno”
Recuerdo el día en que la cena se quemó, un fallo que resolvimos con la compra de pollos rostizados, nos reímos por ese detalle como dos adolescentes, tu sonrisa siempre me pareció la de una niña que disfrutaba cada momento sin importar si fuera bueno o malo, así sin más lo viviste.
Nunca fue un problema pasar Navidad en casa de tu familia o con la mía, fuíste ese ser de luz que iluminaba a donde fuera y disfrutaste la Navidad como ninguno de nosotros, sin alcohol, sin excesos, sólo con tu presencia eras capaz de irradiar alegría y es que lo repetías una y otra vez: -¡Me encanta la Navidad!-. Cantabas, bailabas y ese tiempo te transportaba a esa infancia que gozaste tanto.
Pero todo eso se silenció cuando la sentencia en tu vida apareció: te diagnosticaron cáncer. Ese año no se escucharon tus risas fuertes, el clima de incertidumbre se contagió, parecía que la casa entendiera lo que estaba pasando. Muchas preguntas y sobre todo, tristeza por la enfermedad que cambió tu vida completamente. Fue fulminante, no te dio tregua y apagó el brillo de tu vida.
“Cuando estabas aquí, me gustaba la Navidad”
La siguiente Navidad estábamos reunidos, pero no para celebrar, sino para recordar tu vida y creo que, desde ese momento no he vuelto a tener la esperanza por recibir la Navidad. Entiendo que es el nacimiento de Jesucristo, comprendo que debería tener esperanza, pero nada me conforta en esta casa vacía, oscura y sin ti. Vivimos juntos por más de cuarenta años, todo aquí me recuerda a ti, cada rincón, tus plantas, tus cosas, pero sobre todo tu carácter tan hermoso.
Nuestros hijos me piden que vaya a sus respectivas casas, pero ¿qué hago sin ti? Tú estás aquí, aunque no estés presente, estás en mi corazón, en mis recuerdos, en esta casa que cada vez se hace más grande por tu ausencia. Me gustaba mucho la Navidad, cuando todo era alegría y adornabas la casa con esas luces que a veces servían y otras no.
Te reías con la fuerza que nace desde lo más profundo del alma y me contabas todo lo que sabías del Nacimiento del Niño Jesús, de las ‘posadas’ de tu infancia y de tu familia. Lo sabía de memoria, pero ahora, lentamente voy olvidando tus historias. El silencio de la casa va borrando mi memoria. Te extraño, mi vida ya no tiene emoción alguna, te fuíste para dejarme perdido en este lugar, estoy olvidando quién soy, creo que lo único que recuerdo es que cuando estabas aquí, me gustaba la Navidad.