Se repite en estas fechas el ejemplo de la tregua espontánea que se produjo en la Nochebuena de 1914 en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, desplegadas en aquel momento en Ypres (Bélgica). Por un momento soldados alemanes, franceses y británicos rezaron con el salmo 23, “El Señor es mi pastor”, y montaron un partido de fútbol en el campo de batalla. Aunque películas, monumentos y conmemoraciones han recordado la tregua… esta no volvió a repetirse en los años sucesivos.
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Durante la Guerra Civil en España hubo algunos intentos de tregua que fracasaron y otros que llegaron a buen puerto como fue la tregua de Manzanares, en junio de 1937, o –más interesante aún– lo sucedido en la propia Navidad de 1936 en una montaña vizcaína. Mi amigo Rubén, experto en historias navideñas, me recordaba que en ABC rescataban hace unos años esta historia con un artículo de Mónica Arrizabalaga sobre “la desconocida tregua de Navidad de 1936 en el monte Kalamua” y como “milicianos y requetés intercambiaron periódicos y compartieron vino y cigarrillos en la primera Nochebuena de la Guerra Civil”.
Y es que en aquella Nochebuena del 36 nadie quería disparar sus fusiles en esta frontera natural entre las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa. La cercanía de los bandos era tal en estas trincheras que unos se veían a otros. El socialista pamplonés José Goñi Urriza recogió el momento en el semanario socialista ‘La lucha de clases’, escribió como “a la mitad justa de los parapetos se encuentran los dos grupos. Milicianos y requetés se dan la mano y como si cambiaran ramos de flores en un torneo deportivo se han cruzado los periódicos. De los parapetos se vigilaba esta “operación” con emoción y curiosidad. Solamente en este intenso momento se ha dejado oír el ralentir de mi “Kodak” que traslada al celuloide una escena que hubieran envidiado los más sagaces productores americanos. Los cañones de las ametralladoras y de los fusiles han sacado sus ojos para contemplar también, en el mayor silencio, esta cordial coyuntura en el día de la Nochebuena, solemnizada con este motivo en los campos de batalla”.
Como si de una escena de Gila se tratara casi espontáneamente comenzaron los diálogos entre trincheras con tono amistoso a pesar de la fría niebla de la jornada. Solo cuando se despejó la jornada se expandió la confianza y es el propio Goñi quien cuenta cómo empezaron a hablar de los lugares de orígenes y acabaron cambiando sus periódicos a propuesta de los milicianos, compartieron vino y cigarrillos e incluso llegarían a hacerse unas fotografías juntas que se recogen en el semanario publicado el 26 de septiembre. “Lentamente se alejan los requetés. Al verlos marchar se agolpan muchas ideas en mi cerebro. Tantas que para no armarme un lío sentimental, a cuenta de las crueldades de la guerra, acelero el paso para devorar la comida que, humeante y suculenta, me aguarda al otro lado de nuestras trincheras”, recoge Goñi.
Y mientras en Belén
Este año la tensión violenta se cierne sobre Belén. De hecho, este año no se ha colocado el árbol de la plaza del Pesebre ni se ha puesto el mercadillo navideño de calle de la Estrella. A esto se suma la rigidez del control fronterizo para quienes acuden desde Jerusalén. La celebración de la Misa del Gallo presidida por el Patriarca Latino de Jerusalén, el cardenal Pierbattista Pizzaballa, se ha previsto sin bandas musicales festivas para que el silencio sea espacio para la oración y la memoria. Como recuerda la tradición teológica la Navidad celebra el Dios cristiano viene a envolverse en pañales, presagio de los lienzos de su mortaja.