Está siendo una semana poco usual: las tiendas ya están decoradas con adornos navideños, las calles llenas de gente viendo las luces, no dejan de llegarnos felicitaciones de Navidad y mi tiempo libre lo invierto en comprar regalos y en preparar las maletas para pasar estos días con mi familia.
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Navidad ¿para todas?
Muy seguramente esto que siento también lo estés viviendo tú ahora. Al final, en estas fechas se llenan las agendas de comidas de empresa, amigos invisibles, quedadas con amigos que llevábamos tiempo sin ver, y un sin fin de actividades que nos permiten recargar pilas y compartir tiempo en comunidad.
No obstante, la semana pasada, en la Eucaristía que tenemos los movimientos de Acción Católica hicimos una plegaria especial: pedimos por todas aquellas personas a las que se les hace cuesta arriba llegar a fin de mes y no tienen la posibilidad de celebrar la Navidad como les gustaría.
Esta petición me quitó una venda y me ha hecho ser más consciente de la realidad que viven muchas familias. Nunca he pensado lo duro que tiene que ser para una madre soltera con tres hijos o para una familia desempleada preparar un banquete especial el día de Navidad.
Por todo esto, no queremos olvidarnos de todas aquellas personas que, en estas fechas tan señaladas, son olvidadas una vez más por la sociedad.
¿Un gesto de solidaridad?
Estos últimos días llevo meditando qué puedo hacer yo, desde mi postura de persona joven para que estas personas puedan vivir unas navidades diferentes.
La respuesta, por desgracia, no es fácil, pues no depende de mí que esas personas consigan un trabajo, o que su situación se regularice. Pero pensando en los pastores, que poco tenían y aún así le ofrecieron presentes al Señor, me he dado cuenta que quizás sí hay pequeños actos que pueden ayudar.
Pequeños gestos como dejar una pequeña propina en los bares, no eternizar las sobremesas alargando las jornadas laborales de los camareros, o llevar algo de comida a algún banco de alimentos pueden conseguir que esa alegría e ilusión navideña sea un sentimiento universal, y no solo de aquellas familias que se pueden permitir vivirla en comunión y acompañadas de sus seres queridos.