Recupero hoy el tema de mi último libro ‘El espíritu del economicismo’. El economicismo tiene espiritualidades que lo alimentan, le dan una base teórica sobre la que asentarse y lo presentan de manera atractiva y seductora. Algunas de ellas lo hacen de una manera clara y diáfana, sin ningún rodeo, y otras lo hacen de una manera más sutil, pareciendo que están en contra o que al menos son alternativas a esta manera de ver la vida, pero en realidad la refuerzan. Algunas de ellas son religiosas, es decir, están enmarcadas dentro de alguna organización o corriente que se reconoce como tal. Otras, sin embargo, se autodefinen como espiritualidades laicas, porque no pretenden conectar con ningún tipo de trascendencia.
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Estas diferentes espiritualidades acaban reforzando la autorreferencia que está detrás del economicismo. En el tercer capítulo del libro repaso distintas maneras de presentar la existencia que buscan que estemos concentrados en nosotros mismos y alcancemos así un mayor bienestar y una vida mejor. Algunas de ellas, como la teología de la prosperidad, ponen el acento en un Dios que siempre nos quiere dar lo que nosotros deseamos, pero que para concedernos lo que él desea para nosotros nos pide que le correspondamos. Por ello tenemos que estar centrados en aquello que debemos hacer para contentarle.
Otras, despojan las prácticas religiosas de su huida del ego para acabar reforzándolo. Es lo que se denomina “materialismo espiritual”. Utiliza técnicas de oración y silencio ancestrales para reforzar la propia autorreferencia. Se busca el bienestar individual a través de caminos de dominio de uno mismo, de autoconsciencia, de silencio. De alguna manera, se hurta el sentido trascendente de unas prácticas religiosas que originariamente surgen para conectar con lo que está más allá, ya sea esto un Dios o simplemente la creación que nos rodea.
Autorreferentes
Existen, además, otras ideas que, relacionadas con la psicología, también nos vuelven autorreferentes y apoyan esta manera de vivir que está detrás del economicismo. Me refiero al pensamiento positivo, que da un gran valor a la manera en la que nosotros nos planteamos lo que queremos hacer y cree que pensamos en positivo, nuestros deseos se cumplirán. A la ley de atracción que está en la base de este pensamiento positivo y del poder de la mente, que cree que todo aquello que nos ponemos en la cabeza puede hacerse realidad solamente con desearlo con todo nuestro ser.
Y por último, a la cultura terapéutica. Esa que nos dice que siempre tenemos carencias emocionales que provienen de nuestra infancia, que tenemos difícil alcanzar un equilibrio mental y que, por ello, debemos centrarnos en incrementar nuestra autoestima, en conocernos más y mejor, en cuidar nuestra educación emocional y en hacer caso a nuestros sentimientos y emociones para saber qué es lo que debemos hacer en cada momento.